domingo, 25 de enero de 2009

"Elige a Dios, vota No"

Con este lema la Iglesia católica se mete, otra vez, en los asuntos mundanos y concretamente políticos, para negar la nueva Constitución que el presidente de Bolivia, Evo Morales, ha presentado al pueblo en su conjunto para su votación.
Sí, niños y niñas, un referéndum popular para votar una nueva constitución para Bolivia, a la que se refundaría en caso de que la mayoría respalde en las urnas la propuesta constitucional.
Resulta que la nueva constitución (la decimosexta en la historia del país y primera que se somete a consulta popular) es socialista e indigenista (léase, consagra la equiparación de sus derechos con el resto de la población). Además instaura un Estado plurirreligioso, acabando así con la preeminencia del catolicismo.
Y como los obispos en vez de sangre roja como el resto de su rebaño tienen horchata y además son muy celosos con el tema de los monopolios han decidido hacer frente conjunto con los departamentos opositores, cuatro de los diez con que cuenta el país.
Hasta aquí todo muy comprensible, no?
Ahora bien, el gobierno de Morales actualmente cuenta con dos ayudas sociales de relevancia: El bono Juancito Pinto (una beca de 30 dólares para cada niño escolarizado) y la renta Dignidad (60 dólares para los ancianos que no tienen derecho a pensión).
Sigamos: Los departamentos opositores, que como el resto habían sido sangrados por multinacionales de los hidrocarburos hasta el proceso nacionalizador llevado a cabo por el presidente, se quejan porque ahora la renta que se obtiene de esta fuente de riqueza se usa para cubrir esas ayudas solidarias. Curiosamente, y según palabras de Gabriela Montaño, representante de Morales en Santa Cruz (el bastión opositor), la región gana cuatro veces más que hace unos años. Claro que la crisis no augura nada bueno para el nuevo año, esperándose que bajen los ingresos por gas.
Por supuesto, aquí quienes se quejan son la derecha (después de todo Evo tiene previsto fijar unos límites latifundistas que entran en claro conflicto con sus intereses), apoyados por los medios y, ahora también por la Iglesia.
Una Iglesia católica que, nuevamente, parece olvidarse de ese concepto llamado solidaridad con el desfavorecido.

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