miércoles, 29 de septiembre de 2010

Huelga General

A falta todavía de comprobar el alcance de la huelga general a nivel nacional, la impresión facilitada después de pasear esta mañana por Palma ha sido, en tanto que huelguista, descorazonadora: La normalidad ha sido y es la tónica a pie de calle. Los comercios, salvo muy contadas excepciones, han abierto sus puertas, ya sea pequeñas empresas como grandes superficies. Los bancos presentan una imagen de evidente normalidad. La práctica totalidad del personal administrativo de la Conselleria de Educació parece haber acudido a trabajar. Las paradas de autobús no registraban aglomeraciones.
Entonces, paseando en bicicleta por el centro de la ciudad, me han venido a la cabeza unas palabras que me dijo mi padre hará dieciocho años, a raiz de la huelga general de 1992, que fue más bien un fracaso. Mi padre, recordando la huelga previa, la de 1988, que consiguió paralizar el país y que el gobierno negociara, me insistió en que tuviera cuidado al salir a la calle. Por si se daba alguna situación violenta. En Santander, por aquel entonces, los trabajadores de los astilleros todavía tenían fuerzas, aunque mermadas considerablemente, y más que razones para protagonizar algo de jaleo.
Luego me viene a la memoria las recientes protestas en Grecia. Así como titulares de algunos periódicos alarmando a la población sobre posibles réplicas en nuestro territorio.
La comparaciones no dejan de ser odiosas.
Como educador, me pregunto qué les estamos enseñando a nuestros hijos con esta huelga. ¿Que el gobierno puede actuar a su antojo y que la objeción de conciencia, la protesta, están derrotadas antes de que tengan lugar? ¿Que lo único que cuenta es la resignación? Tiemblo de pensar en lo que está por venir. Y no sólo nos lo tendremos merecido, sino que además no tendremos derecho alguno en protestar entonces. Nuestro silencio nos ha condenado.

martes, 11 de mayo de 2010

Nueve vidas


Nueve vidas de mujer. Nueve episodios anecdóticos que se acaban entrecruzando para darnos a entender que todos formamos parte de una unidad.
Una presidiaria, una mujer embarazada que se tropieza con un antiguo amor en el súper, una joven de prometedor futuro pero que debe resignarse a cuidar de su padre inválido, una esposa que harta de su insatisfactorio matrimonio se plantea engañar a su marido, una viuda y su hija pequeña, una enferma de cáncer de mama a punto de ser operada... son algunos de los personajes que desfilan a lo largo de esta película pequeña pero que habla de grandes cosas, alternando las alegrías y tristezas que constituyen el sempiterno fluir de la vida.

Lo mejor:
- El episodio del súper.
- Grandes interpretaciones.
- La variedad de las relaciones personales presentadas.
- Comprobar que con pocos recursos todavía pueden rodarse grandes películas (bueno, ésta es del 2005, mucho han cambiado las cosas recientemente).
- La cámara en los planos continuos.
- La sensación de curiosidad que invade al espectador al abordar cada nueva escena por lo que respecta a lo que va a averiguar de los personajes.

Lo peor:
- La artificialidad de algunos episodios.

Para más información, clickar aquí.

domingo, 2 de mayo de 2010

Cthulhu (2007): Welcome home.. to the end of the world

Cthulhu (2007) es la enésima adaptación a la pantalla grande (aunque aquí nunca se ha estrenado en este formato) del universo creado por el escritor norteamericano H.P. Lovecraft, del que creo que os sonará de algo.



A favor:

- El rodaje en escenarios naturales y la fotografía.
- Intentar incorporar un componente dramático, el derivado del conflicto que experimenta el protagonista entre su homosexualidad y el rechazo por parte del pater familia, así como la inclusión del tema de la identidad personal, aspecto éste que vendría a concretarse en una discutible interpretación donde homosexualidad y freakismo se correlacionarían.
- Los guiños al universo lovecraftiano.
- Pone al espectador nervioso por momentos.
- Algunos aciertos iconográficos.
- Una perspectiva que intenta huir de los planteamientos de serie B de otras producciones similares (aunque se quede en declaración de intenciones en última instancia).
- Cthulhu no sale corriendo en cámara lenta cual vigilante de la playa (éste es para tí, Jaime). O sea, que se juega más a sugerir que a mostrar cosas chungas, lo cual viene a respetar el espíritu original.
- El homenaje a In the Mouth of Madness, de John Carpenter.
- Tori Spelling zorreando como sólo ella sabe hacer.


En contra:

- Guión endeble, concebido como sucesión de anécdotas faltas de coherencia (cuando no son directa y simplemente disparatadas).
- Quien mucho abarca poco aprieta: El guión plantea demasiados temas sin profundizar en los mismos ni conseguir resolverlos de forma mínimamente aceptable.
- Personajes poco o nada creíbles.
- La falta de credibilidad de los personajes se hace extensible a las actuaciones de los actores: ¿Es una actuación desastrosa o es fruto de la enajenación mental propia de un sectario?
- Ritmo tremendamente irregular.
- Efectos especiales propios de un amateur.

Resolución:

Para incondicionales del autor de Providence. Como mucho (o sea, no me busquéis si, aun reuniendo el requisito, no os gusta). Si no os aburre ya será todo un logro.

lunes, 1 de febrero de 2010

El Efecto Adelaida. Los Chicos de la Tierra.

Lo reconozco aquí y ahora, y por tanto públicamente: Hace falta muy poco para ilusionarme y hacerme saltar, cual resorte, en un maelstrom de dedicación y actividad. Pero tras leer la declaración de principios del proyecto Alerta Pingüina no puedo sino reconocer que muchos otros, sin duda más reticentes y/o remolones, sucumbirían a sus encantos.
Valga esta diatriba como introducción a este pequeño librito (diminutivo que sólo se le puede aplicar con propiedad a su formato) que ha caído en mis manos y que firman Carlos Pons Olivares, escritor integrante de esta guerrilla urbana cultural pero sin boinas que es Alerta Pingüina, y Alejandro Xamena, que habiéndose encargado del diseño y la maquetación ha obtenido un resultado de lo más "cuco".
El Efecto Adelaida. Los Chicos de la Tierra es la primera parte de una historia serializada que me atrevería a encuadrar dentro del género de la ciencia ficción, y que participa de ese espíritu alegre y comprometido que orienta el proyecto bajo cuya ala se cobija. Un ideario en buena parte revolucionario que persigue la difusión artística y cultural en todas y cada una de sus posibles expresiones, imbuído de un espíritu que casi me atrevería a describir como lúdico y con la voluntad de llegar al mayor número posible de receptores. La calle se convierte, así, en el campo de batalla para estos chicos y chicas que buscan despertar y agitar conciencias a la par que hacer pasar un buen rato a quienquiera que decida prestarles atención.
Los Chicos de la Tierra es el primero de un total de cinco volúmenes que componen la serie y que es de esperar que antes o después vean la luz, aunque sea echando mano de la autoedición como es el caso que nos ocupa.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo algo, y por disfrutar me refiero a una explosión de carcajadas que amenaza con desencajar tu mandíbula. ¿Acaso reconozco aquí algo así como la mano sutil del novelista fantástico Terry Pratchet a la que se podría añadir unas gotas del humor surrealista del grupo Monty Python? Pero que estas líneas no os lleven a engaño; Carlos Pons tiene un estilo personal propio, simple aunque muy efectivo, que se auna con una historia que atrapa la atención del lector desde la primera página, que se desarrolla a buen ritmo, depara algunas sorpresas y acaba por generar un interés patente que pervive una vez finalizada su lectura. Vamos, que no es moco de pavo.
¿Pero de qué coño va? Um, podría hablaros de paradojas multidimensionales, el descubrimiento de lo que de verdad significa el Amor, una revolución vital en contra de un sistema apático y monocromo, Hombres-Hongo, Bestias maullantes y así un largo etcétera. Apuesto a que os habéis quedado igual. ¿Acaso creíais que os iba a contar algo más? Amos, anda! Pringaos un poco, salid a la calle y buscad una copia, gratuíta para más señas (seguro que este adjetivo os termina de decidiros). Se dice que hay copias repartidas por diversos lugares.. la UIB, Gotham Còmics, Tunnel, el Guirigai... y si la caza y captura de libros no es lo vuestro siempre podéis poneros en contacto con Alerta Pingüina.

martes, 5 de enero de 2010

La espada del destino

Hay momentos en que sucumbes a la debilidad. Te dices, necesito leer algo susceptible de encajar, sin desentonar, en el mobiliario de mi cuarto de baño. Que haga juego con el papel de váter, y que se consuma como tal. Es entonces cuando yo personalmente acudo al género fantástico. Y qué mejor ejemplo que un libro cuya contraportada comience por “La vida de un brujo cazador de monstruos no es fácil”.

Adivino vuestras intenciones. Sí, algun@s de vosotr@s os oléis de qué estoy hablando, y no puedo mentiros, sí, habéis acertado. Voy a hablaros de la saga de Geralt de Rivia. Ése brujo. Pero no os llevéis a engaño, que todavía puedo sorprenderos; tan sólo tened un poco de paciencia y continuad leyendo. O enviadme a tomar por culo. Como gustéis.

Me decía (y decía) yo...Vamos a leer algo insustancial, literatura popular de consumo fácil y rápido olvido. Y como no hacía mucho que había leído con agrado The Last Wish, primer libro de la saga escrita por el polaco Andrzej Sapkowski, se me ocurrió que, por qué no, seguir con el segundo libro podía resolver satisfactoriamente antojo. Lo cual pasaba por acudir a su edición castellana habida la dificultad de conseguir una copia de la inglesa.


La contraportada pintaba bien, y si pasabas por alto las típicas reseñas que alababan su calidad literaria poco habitual en lo que respecta a la norma del género fantástico, el libro prometía lo que, en definitiva, estaba buscando. Oséase, aventuras de capa y espada, y un puntillo de testosterona. No me miréis así, de tanto en tanto es de lo más sano.

Total, que voy picoteando de sus seis narraciones cortas y en menos de una semanita me lo acabo de ventilar. Y me quedo con cara de tonto.Porque no sólo me lo he pasado en grande leyéndolo, sino que no he encontrado prácticamente nada de lo que en principio creí poder encontrar entre sus páginas (y creedme, al final sacudí un poco sus hojas, incrédulo, a ver si la presunta testosterona se había quedado enganchada en algún sitio, pero nah).

¿Por dónde íbamos? Ah, sí.. ¿a qué se debió mi cara de tonto?

A veces una traducción (buena) obra milagros, y La espada del destino es un ejemplo paradigmático. Jose María Faraldo, cuyo nombre, incomprensiblemente, no aparece en la portada del libro, se encarga de adaptar la encomiable labor que realiza Sapkowski a la hora de expresar el lenguaje popular y coloquial polaco (todo ésto según la crítica especializada, no vayáis a creer ahora que conozco este idioma), a la par que refleja una evidente riqueza de vocabulario cuyo resultado nos remite a nuestra propia rica tradición literaria. De hecho uno no puede sino constatar ecos de la literatura picaresca del siglo XVII. Por cierto, ¿alguien tiene un diccionario de castellano a mano? Pero no, no me malinterpretéis. La espada del destino sigue siendo literatura popular, y por tanto su lectura no da lugar a especiales problemas de comprensión, aunque a más de un lector pueda confundir en un principio por lo poco habitual de su propuesta.

Y siguiendo con el lenguaje, Sapkowski revoluciona en este aspecto el género, pues es partidario de utilizar un enfoque actual, directo, que poco o nada tiene que ver con los grandes clásicos; la alusión no es gratuita, habida cuenta que su nombre empieza a ser equiparado a la labor llevada a cabo en los cuarenta del siglo pasado por J.R.R.Tolkien, comparación que en mi opinión sólo se reduce a su magna (tiempo al tiempo) contribución al género. Cierto que leer a Sapkowski pasa por visitar un mundo que, en cierto sentido, recuerda al del Señor de los Anillos (presencia de elfos, enanos y demás mandangas) pero desde mi punto de vista diría que me recuerda mucho más a la Europa del medievo y época moderna, acaso pasándolo por el tamiz de la historia eslava, ámbito del que Sapkowski parece ser todo un entendido y que, dicen por ahí, se pone de manifiesto en una trilogía a caballo entre el género histórico y el fantástico que tiene como escenario las guerras husitas del XV. Por otro lado, la saga de Geralt de Rivia se halla impregnada de un evidente materialismo que se contrapone, abiertamente, al maniqueísmo cristiano de Tolkien y derivados, obsesionados con el sempiterno enfrentamiento entre los conceptos del Bien y del Mal.

Pero dejémonos de comparaciones odiosas que no vienen a cuento de nada y retomemos el hilo de la aquella cara de gilipollas que os decía se dibujó en mi rostro..

Si en The Last Wish Geralt, nuestro “brujo cazador de monstruos” (jojo, no es genial?), apenas era una excusa para presentar una reinterpretación de cuentos de la literatura clásica infantil, en La espada del destino Sapkowski empieza a desarrollar el personaje, aspecto éste que apenas se esbozaba en el primer libro. Geralt sobrepasa así esa faceta de mera espada al servicio del débil (generalmente por un precio) para dejar traslucir los conflictos emocionales (y ocasionalmente, éticos) que no sólo debiera haber dejado atrás, en función de un proceso formativo del que apenas se habla pero que se intuye terrible, sino que le acompañan en todo momento en su vagabundeo. Esa chispa de humanidad que se agita cuando no se revuelve furiosamente en su interior se contrapone a la idea que Geralt tiene de sí mismo, pues se cree diferente respecto a los demás. Motivos no le faltan, pues su aprendizaje le reportó una serie de efectos secundarios necesarios que ponen en evidencia su singularidad, atributos que hasta cierto punto y quizás pecando de exageración podrían ser asimilables a los que podría poseer alguno de los monstruos a los que da caza. Sí, la situación de Geralt no es envidiable, y ante ella pocas salidas caben esperarse siendo acaso la soledad auto-impuesta la más cabal (lo cual no quita que nuestro protagonista disfrute de la compañía ocasional de algún paria de la sociedad, o lo que es lo mismo, el juglar nómada o el elfo condenado a desaparecer en un mundo donde el hombre parece dispuesto a erradicar cualquier forma de vida o costumbre que desafíe su sistema de valores).

Puede dar la impresión que la lectura de esta Espada del destino no es amable. En efecto, la visión que ofrece de Geralt dista mucho de la presentación llevada a cabo en el primer libro, estando esta última teñida por la desesperanza, la nostalgia y la tristeza, centrándose sobre todo en sus aventuras (y sobre todo, desventuras) amorosas, a la par que le sitúa entre las rémoras de un mundo antiguo cuyos días están contados ante el avance imparable de una humanidad que no repara en obstáculo alguno para asegurar su posición preeminente en el esquema natural de las cosas. Y volviendo al tema de los líos de faldas de Geralt, una de las novedades de este libro es la profundidad con que se ahonda en el personaje de Yennefer de Vengenberg, la hechicera en la que Geralt encuentra no sólo un igual sino también un amor que arrastrará inmisericordemente a nuestro brujo, desde la cúspide del éxtasis a insondables simas de locura y desesperación. Pero Yen (provoquémosla usando el diminutivo) no resta como único personaje femenino de peso, a la par que hábil contrapunto a la figura del brujo. Aquí Sapkowski se desvela como un maestro de la caracterización, capaz de conmover al lector con personajes apenas abocetados, tales como la trovadora Essi Daven.

Ahora bien, no sólo de tragedia se alimenta el lector de esta saga, pues la alternancia entre drama y comedia es una constante, y este segundo libro no podía ser una excepción. Fuego eterno, el tercer relato, es un claro ejemplo de ello, y uno de los mejores añadiría (no os extrañéis si no podéis parar de reir al leerlo).

En fin, una excelente y conmovedora continuación para una saga que adquiere consistencia y que deja con ganas de no leer sino devorar el tercer libro, La sangre de los elfos.


Porque hay gente que sí sabe hacer reseñas (y no como el menda). Clicka aquí para satisfacer tu curiosidad o encontrar otro motivo para leer a Sapkowski.