Un día los ciudadanos de Londres descubren que no están solos. Hay otros. Los otros, llegados del otro lado de los espejos, hambrientos de venganza y libertad tras un cautivero de miles de años. Y con ellos llegó la guerra y el que a todas luces parece ser el fin de los días para el hombre. Porque Londres es una ciudad devastada, en ruinas, morada de horrores sin nombre, campo de batalla y refugio para los cada vez más escasos supervivientes de la raza humana.
Esta es la situación que plantea The Tain, novela corta de China Miéville que puede encontrarse en su antología Looking for Jake and Other Stories.
La historia presenta una ambientación sugerente, inspirada directamente en un relato de Borges.
Toda la acción se distribuye en dos partes claramente diferenciadas y que vienen dadas por el personaje que acapara la atención del lector. Tenemos así una doble perspectiva, la de cada una de las partes implicadas en el conflicto: Por un lado Sholl, un superviviente nato, representa al hombre. Por otro lado está un invasor anónimo que, a diferencia de la tercera persona utilizada en la parte de Sholl, cuenta en primera persona el origen de la hostilidad entre los dos bandos de una guerra que se remonta al alba de un pasado mítico, al tiempo que traza su evolución a lo largo de la Historia y acaba presentando su punto de vista, muy personal, del conflicto.
A pesar de que la descripción ocupa un lugar preeminente en el relato, el ritmo es incesante y el interés del lector se espolea continuamente en base a diversas incógnitas que va planteando el autor y que conducen a un final sorprendente.
Y sí, me ha gustado.
Si os interesa lo que cuento aquí encontraréis otra reseña, mucho mejor que estas pobres líneas.
Esta es la situación que plantea The Tain, novela corta de China Miéville que puede encontrarse en su antología Looking for Jake and Other Stories.
La historia presenta una ambientación sugerente, inspirada directamente en un relato de Borges.
Toda la acción se distribuye en dos partes claramente diferenciadas y que vienen dadas por el personaje que acapara la atención del lector. Tenemos así una doble perspectiva, la de cada una de las partes implicadas en el conflicto: Por un lado Sholl, un superviviente nato, representa al hombre. Por otro lado está un invasor anónimo que, a diferencia de la tercera persona utilizada en la parte de Sholl, cuenta en primera persona el origen de la hostilidad entre los dos bandos de una guerra que se remonta al alba de un pasado mítico, al tiempo que traza su evolución a lo largo de la Historia y acaba presentando su punto de vista, muy personal, del conflicto.
A pesar de que la descripción ocupa un lugar preeminente en el relato, el ritmo es incesante y el interés del lector se espolea continuamente en base a diversas incógnitas que va planteando el autor y que conducen a un final sorprendente.
Y sí, me ha gustado.
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