domingo, 25 de octubre de 2009

Aaarrghh!!! La guía del cine de terror y fantástico que deberías tener..

A veces, de hecho en contadas ocasiones, las cosas salen bien. Ayer por la noche fue un claro ejemplo.
El hecho, la presentación de un libro, escrito por Juan Carlos Ortega, quien regenta la palmesana cervecería Valhalla, y Raúl Toral. Ambos decidieron presentar su criatura, una mastodóntica guía del cine de terror y fantástico bautizada como Aaarrghh!!!, en dicho local, ayer por la noche.


La presentación pronto acabó derivando en una tertulia con la que los asistentes disfrutaron, repleta de anécdotas que dejaron entrever el cariño que los escritores sienten no sólo por un género cinematográfico sino por el medio en sí, desde la perspectiva rayana en lo mágico de la que sólo son capaces las generaciones para las que acudir al cine, aquellas míticas salas que paulatinamente han visto cómo se iban cerrando sus puertas, era todo un ritual y no una mera rutina consumista llevada a cabo en alienantes mega-centros comerciales.
El libro, imprescindible guía para cualquier fan de este género, y creedme cuando os digo que en esta afirmación no asoma gratuidad alguna, aborda cerca de un millar de películas y, a diferencia de otros títulos existentes en el mercado, se reseñan todas ellas, lo cual explica las casi setecientas páginas de las que consta dicho volumen. Otra singular característica que desmarca este libro de otros existentes en el mercado es la aproximación de "fan" que se usa para reseñar cada film, lejos del gafapastismo que se desprende de otras obras, enfoque que no va reñido con una falta de documentación, lo cual resulta en una lectura rigurosa, a la par que amena y divertida (cuando no desternillante).
El cariño por el cine y ,concretamente, por el género de terror, es otro de los alicientes para leer un libro repleto de información que a buen seguro el especialista sabrá apreciar. Y es que detrás de Aaarrgh!!! subyace toda una manera de entender el cine, alejada del efectismo infográfico y la insulsez creativa de hoy en día, y que apuesta por la artesanía y creatividad de unos profesionales injustamente olvidados y que hicieron posible esa magia que nos maravilló como espectadores.
La tirada de Aaarrgh!!! es limitadísima, apenas ochenta copias autoeditadas y cuyo precio, 25 euros, va destinado íntegramente a sufragar los costes de una edición de, como ya se ha dicho, cerca de setecientas páginas, que además incluye numerosas fotografías, tanto en blanco y negro como en color.
Os dejo con el texto de contraportada:

Los autores -que no leyeron El código Da Vinci- nos traen un recorrido por lo más destacado y también lo más casposo del cine de terror y fantástico, desde sus orígenes hasta la actualidad, a lo largo de 950 títulos pertenecientes a una veintena de países.
Unas páginas en las que tienen cabida pollos radiactivos, vampiros travestidos, bebés mutantes, zombies mendigos, dinosaurios de cartón, psicópatas eléctricos, hombres lobo universitarios, musarañas letales, caníbales gallegos, galletas asesinas, aliens calenturientos, espíritus lascivos, hombres pulpo, orgías necrófilas,... y un sinfín de recuerdos para todas esas generaciones que crecieron con este tipo de cine.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Angouleme y el Hospital de Silent Hill

Ningún fan comiquero hubiera dejado pasar la oportunidad de visitar Angouleme, población francesa que acoge una de las ferias anuales más importantes de la industria. Así que en el largo camino hasta la frontera decidí desviarme un poco del camino y hacer un alto en "Angulema".
Las cosas no empezaron muy bien... El albergue de juventud resultó estar más lejos que lo indicado en la guía oficial de auberges de Francia: de 600 metros a unos 2 kms. Llegar no fue fácil, pues el pequeño mapa de la guía, apenas un boceto, no se correspondía con la realidad. A éso había que sumar que encontré un cartel que, aunque señalando una dirección, había sido doblado por medios manuales para señalar otra, y aunque había aprendido de la experiencia que hay que hacer caso siempre a estas "señales" (nunca mejor dicho), en este caso las obras públicas de verano, de las que Angouleme no se había librado, habían cortado las escaleras que salvaban el río Charente y que llevaban hasta la isla donde se encontraba el albergue (Île de Bourgines), lo cual me obligó a efectuar un rodeo.
Ahora bien, el paraje donde se encontraba el sitio donde todavía no sabía si iba a encontrar cama libre era digno de mención. La isla acogía un parque, así como diversas instalaciones deportivas, entre ellas un centro de piragüismo.
Pero las dificultades no habían acabado: el albergue estaba cerrado cuando debería estar abierto según lo estipulado por la guía, y un letrero escrito a mano decía algo de que ese día la recepción cerraría sus puertas antes de hora. Por otro lado, otro letrero, garabateado, rezaba que el hostal cerraría sus puertas en dos días y por espacio de una semana, lo cual era de lo más extraño, pues generalmente estos centros nunca cierran, salvo acaso uno o dos días al año.
Eché mis mochilas al suelo y me acomodé para pasar la hora y media que restaba hasta que alguien, supuestamente, viniera a abrir. En ese tiempo pasó algo extraño. Una comitiva de coche y dos camiones militares entraron en el parking del albergue y se perdieron en la parte de atrás del edificio. Volverían media hora después, deshaciendo el camino por el que habían venido.


A la hora y cuarto llegó un motorista, que dejó su 125 en la rampa de minusválidos acondicionada para entrar en el edificio, entró su código numérico y desapareció en el interior. Al poco aparecería, cambiado de ropa: camiseta, bermudas vaqueras, sombrero de paja y descalzo. Le acompañaba un viejo labrador cuyos ojos estaban inyectados en sangre y que respondía al nombre de Didí. El tipo afirmaba no hablar ni inglés ni castellano, como que tampoco funcionaba el datáfono para pagar con visa. Aun así el precio del hostal era realmente barato, unos 12 euros por noche, que incluía cama y sábanas en una habitación con espacio para seis personas, lo cual suponía la opción más fácil (y barata) para pernoctar en la "ciudad del cómic". Cuando subí al primer y único piso del hostal no podía creerlo: un pasillo tipo hospital comunicaba todas las habitaciones; apenas había iluminación aquí, y el calor era insoportable. Aquel hostal parecía sacado de Silent Hill. Me pregunté qué aspecto presentaría a la noche, y no pude sino sentirme un poco intranquilo.
Cuando abrí mi habitación (la once, número pintado a lápiz sobre la puerta), creía haberme equivocado, pues lo primero que vi fue una hilera de lavabos con un espejo corrido, ¿me había dado la llave de un baño? Para mi sorpresa era una habitación donde el baño estaba a la entrada. Y la verdad es que no pintaba mal. No habrían barrido en bastante tiempo, pero lo demás era "correcto", y además desde mi ventana se veía (y oía) el río. Deseché todas mis posibles inquietudes y salí a explorar la ciudad.
Angouleme resultó ser una ciudad pequeña, feucha y con pocas cosas que ver donde el cómic parecía ser una mera forma de embellecimiento de fachadas y un reclamo turístico con escasa significación real. No vi ninguna librería especializada, tan sólo una sección, importante para los criterios de aquí, de la librería general de unos grandes almacenes (en los Campos de Marte). Y a las 19:00 el centro de la ciudad se vaciaba por completo de gente, una vez cerraban las tiendas.
A éso de las 21 resolví volver al albergue. Para ello opté por tomar la ruta más corta, que suponía cruzar una zona de suburbios que descendían desde el centro de la urbe hasta el río, y que estaba constituída por almacenes abandonados, fincas clausuradas de sucias fachadas y calles prácticamente desiertas (en veinte minutos sólo me encontré a dos personas, y una de ellas estaba en un balcón).
Île de Bourgines no presentaba un aspecto más halagüeño. Accedí por unas escaleras que bajaban desde el puente de hormigón que usan los coches para pasar de una orilla a otra del río, un lugar perfecto para acoger a una banda callejera. Desde allí pasé al parque, completamente desierto a esas horas. Empezaban a encenderse las farolas del paseo de gravilla que bordea la orilla del río. Y llegué al albergue.
La primera señal invitaba a ser precavidos: la puerta de entrada estaba abierta (a la mierda el teclado digital numérico de seguridad). Tras ella, el espacioso hall, a oscuras, tan sólo iluminado por el resplandor rojizo de una lámparilla de mesa que se entreveía detrás de la ventanilla de recepción, ahora cerrada. La lámpara iluminaba un pequeño espacio circular en cuyo centro reposaba un bote de ketchup. Silencio. El calor seguía siendo insoportable, casi parecía que alguien hubiera conectado la calefacción en pleno verano.


Eché un vistazo a las escaleras. No había interruptor de la luz: se confiaba en la claridad que pasaba a través de las cristaleras de la planta baja. Silencio. Joder, ¿era la única persona que se hospedaba en el hostal? Pensé en la nota que decía que la recepción cerraría antes de hora aquel día.. el dueño debía estar en Angouleme. Mierda. No podía creerlo, parecía encontrarme completamente solo en aquella isla..
El pasillo superior mostraba un aspecto aterrador. No podía dejar de pensar en Silent Hill. Me daba la sensación de que una vez girara las puertas de doble hoja que separaban las secciones del pasillo me encontraría con alguna enfermera sin rostro y un bisturí oxidado en la mano. No tuve esa (mala) suerte. Me recibió un ruido, proveniente de la habitación enfrente de la mía. Me detuve en seco, mientras miraba la puerta. Clack, clack, un seguro descorriéndose. La puerta se abrió, saliendo un hombre en torno a los sesenta que debió creer que yo era otra persona (luego intuí que esperaba encontrar al dueño). Me saludó y volvió a meterse en su habitación. Yo hice lo propio, y para mi sorpresa comprobé que la amplia habitación iba a ser sólo para mí. Vaya sitio extraño..


Algo más tranquilo al saber que había alguien en el edificio fui al baño. El de hombres se encontraba cerrado, así que opté por el de mujeres. La buena noticia es que la luz funcionaba y no tenía una pinta especialmente asquerosa. La mala es que no había papel. De hecho no había papel en todo el edificio. Di gracias a las servilletas de un kiosco-panadería que me dieron con el bocata de la mañana y que había decidido conservar.
Bajé a la planta baja, visitando el comedor, donde se encontraba mi vecino, que había encendido un pequeño televisor. No había sonido. Todo estaba a oscuras. El tipo no me prestó ni tan siquiera una mirada así que, viendo que tenía pocas ganas de hablar, volví al hall, donde me encontré los otros dos huéspedes del hostal, ocupados en buscar al dueño que no aparecía por ningún lado. Cansado del día y de la situación volví a mi habitación, donde acabé asegurando la puerta al desconfiar del seguro. Didí empezó a ladrar entonces, preso como se encontraba en recepción.
Reconozco que me emparanoié un poco los momentos previos a irme a dormir. Estaba especialmente atento a cualquier ruido, por nimio que fuese, y al poco empecé a pensar que sería "divertido" contemplar la posibilidad que, además de las cuatro personas que presuntamente nos hospedábamos allí, cada cama libre estuviera ocupada por algún alma en pena presa en aquel infierno. Esa noche dormí con el cuchillo bien a mano.
Pero poco pude dormir. A las dos horas Didí me despertó. Parecía que estuviera a mi lado, de ahi el sobresalto con el que salí del sueño. Luego comprendí que había salido fuera (o sea, el dueño había regresado) y que se había apostado en el parking, posición desde la que ladraba a cualquier coche que se detuviera en las proximidades. Didí resultó ser un perro muy celoso, y comprendí que a la mañana siguiente me las tendría que ver con él.
Y así fue. Nada más abrir la puerta a las 6:30 Didí apareció fuera y al poco empezó a ladrar. Pero eché a andar, rehuyendo su mirada. Cuando creía que me había librado de él cometí el error de girarme y comprobé que estaba allí, a medio metro de mi espalda. Didí me siguió, ladrando de tanto en tanto, hasta la vía que salvaba el Charente, momento en que decidí que ya había ido demasiado lejos y me enfrenté a él. Sorprendentemente me hizo caso a mi primera orden, y a la segunda ya estaba desandando el camino en dirección al hostal. ¡Didí sabía catalán! Me había seguido por espacio de unos 400 metros...

sábado, 29 de agosto de 2009

Salem's Lot (Phantasma II)



Tobe Hooper, director de la mítica La matanza de Texas, rodó en 1979 Salem's Lot, miniserie para televisión que aquí conoceríamos como Phantasma II (sí, no podría ser más absurdo), y que adaptaba una de las novelas más famosas de Stephen King, uno de los autores que posiblemente más obras suyas ha visto llevadas a la pequeña o a la gran pantalla, con una suerte de lo más variopinta.
En este caso Hooper tenía un presupuesto de lo más modesto para ponerse manos a la obra con una aparente historia de vampiros que, como buen best-seller del escritor nacido en Maine, aprovecha para diseccionar la sociedad norteamericana de la época, centrándose en las pequeñas miserias propias de las gentes que habitan un pueblecito. Y la verdad, con el ahorro de medios que Hooper contaba para esta miniserie para televisión he de decir que el resultado es más que digno: La ambientación recibe una especial atención como elemento que pone al espectador en tensión, y en este sentido es bastante fiel al original, al tiempo que algunas escenas preparan el terreno a la que sería otra conocida película de Hooper, Poltergeist. Todo conseguido con efectos chapuceros (aunque dignos de elogio en tanto que artesanales) pero que saben captar a la perfección una aureola de carácter mágico que es más propia del clasicismo de antaño que de estos tiempos donde el posmodernismo campa a sus anchas. Pátina mágica que indiscutiblemente ha de ponerse en relación con la percepción propia de la infancia y que es una constante en la obra de Stephen King.
Además, debe reconocerse que cuenta con algunas escenas francamente memorables que deberían pasar a ser recordadas dentro de la mejor tradición del cine de terror. Como también cuenta con algunos hallazgos iconográficos dentro del cine de vampiros, como la caracterización del "nido" del sire: lejos del típico ataúd que popularizó la Hammer, los "niños" creados por el maestro duermen junto a él distribuyéndose sin orden ni concierto por el suelo de una inmunda cámara.
Estoy enamorao de esos ojillos y esos piñacos

Por supuesto, Salem's Lot no salió de la nada, y en ella percibimos la influencia de otras obras, como The Haunting of Hill House, no sólo en el original sino en su versión televisiva. Como también Nosferatu es un referente ineludible. Como también marcaría a films posteriores, como esa divertida gamberrada de los ochenta que es Fright Night (la escena final es un calco pasado por el tamiz del cine palomitero para adolescentes de la época).
En definitiva, una de las mejores adaptaciones para la pequeña pantalla de una obra de King, ¡con treinta años ya de antigüedad!

domingo, 2 de agosto de 2009

Arrástrame al infierno, de Sam Raimi


Arrástrame al infierno podría ser un buen film de ¿terror? (llamémoslo así a falta de mejor nombre) en tanto que da lo que promete, diversión a raudales y sustos a mansalva.
Ahora bien, el conjunto recuerda, a pesar de contar con un generoso presupuesto, a un episodio más de Masters of Horror o de la previa Tales from the Crypt, aun con el sello genuino de este director, que como ya sabréis se hizo conocido con su saga Evil Dead. Y es precisamente Posesión infernal uno de los referentes indiscutibles de su recién estrenado film. Así pues Raimi vuelve, 28 años después, a sus orígenes, aunque perdiendo parte del genio con que nos sorprendió con aquella película. Porque Arrástrame al infierno carece de ese tono terrorífico a la par que angustioso que en Evil Dead se aunaba con humor, para constituir mera diversión, fruto de un "terror" gamberro, escatológico y gratuito, que se podría poner quizás en relación con Atrápame esos fantasmas de Peter Jackson.
Un manifiesto problema de la cinta es la previsibilidad de su desenlace, que viene a definir un guión simple que, sin embargo, cuenta con una protagonista atractiva en tanto que escapa un poco a los patrones habituales en el género. Otro aspecto poco corriente en este tipo de cine que presenta la película es un componente de comedia romántica intrascendente, algo que parece ser más bien un reclamo para determinado tipo de público que constituir una pieza indisoluble de un argumento que, por otro lado, toca temas como la ambición, la culpa o los traumas ligados a una adolescencia poco afortunada, si bien sólo de una forma anecdótica.
En definitiva, una peli divertida, con una pátina de falsa significación que busca acaso enmascarar una historia simple que peca de previsibilidad, una receta idónea para el verano y que se olvida tan pronto como se sale del cine. Y si sóis fans de Raimi, desengañaos, aquí no encontraréis una nueva Evil Dead que pueda recordarse de aquí a veinte años, sino tan sólo una peli menor de este director.

viernes, 17 de julio de 2009

Harry Potter y el misterio del príncipe (reseña relámpago)

¿Para qué llamarla así cuando la historia que justifica el título apenas queda abocetada? Vale que es muy divertido ver los resultados de unas hormonas adolescentes desbocadas, ¿pero y todo lo demás?
Buen comienzo, correcto desarrollo y desastroso desenlace para una película que, aunque posea una excelente ambientación (aunque yo me pregunto si éste es el mismo Hogwarts de entregas anteriores) peca, además de lo indicado, de un ritmo inadecuado hasta el punto de desconocer el significado de la palabra "clímax", al tiempo que descuida la caracterización de los personajes.
Por lo que respecta al libro, éste ha visto suprimidas varias escenas y detalles importantes y se ha traicionado, cuanto menos un poco, su coherencia interna.

miércoles, 15 de julio de 2009

Northern Lights (La brújula dorada), de Philip Pullman


Vale, resulta que la trilogía fantástica de Philip Pullman que responde al título de His Dark Materials (cuya primera entrega es precisamente el libro que me propongo reseñar aquí) quedó en tercer lugar en una encuesta de la BBC que tenía como objetivo averiguar cuál era el libro favorito del Reino Unido; el año, 2003. Dos años después Phillip Pulman recibía el Astrid Lindgren Memorial Award, uno de los premios de mayor fama mundial por lo que se refiere a literatura infantil.
Por otro lado, en 2008 pudimos ver la adaptación de este libro en pantalla grande, con el título de The Golden Compass (La brújula dorada), película que cuenta con la participación de dos pesos pesados de la actual industria cinematográfica estadounidense, Nicole Kidman y Daniel Craig, y cuyo estreno propició cierta polémica instigada por miembros pertenecientes a círculos de inspiración cristiana que condenaban la figura y obra del literato inglés.


Valga esta introducción como explicación parcial de los motivos que me llevaron a adquirir esta novela en un aeropuerto de Londres. No hacía mucho que había visto la película, de la que reconozco que tan sólo me sedujo su ambientación, y me pareció que ya era hora de leer algo de un autor cuyo nombre aparece constantemente en las listas de “imprescindibles” de la literatura fantástica.
Así que creía que tenía ante mí un libro (más) dirigido a un público adolescente: Estaba equivocado.

Northern Lights acontece en un mundo que recuerda bastante al que refleja cualquier volumen de Historia que retrate el ocaso de la época victoriana y los principios del siglo XX, abarcando quizás hasta el estallido de la primera guerra mundial. Y qué mejor como muestra que un botón: La primera de las tres partes que componen esta novela recibe el título de “Oxford”, lugar donde está emplazado el College donde vive Lyra, la niña protagonista de la historia.
Ahora bien, el universo de la novela es, ante todo, fantástico, carácter que queda claro, ya desde la primera página, al presentarnos a Lyra y a su “daemon” (pronúnciese “demon”), Pantalaimon, un ser capaz de asumir diversas formas animales y con el que se encuentra íntimamente ligada. Pero Lyra no es, a este respecto, un ser excepcional, ya que (casi) todos los seres humanos presentan esta singular característica: hombre (o mujer) y daemon forman un único ser; nadie puede separarse definitivamente de su daemon por propia voluntad (de hecho, la separación física, reducida a unos pocos metros, causa una angustia insoportable).
Pero existen otros elementos que avalan la naturaleza fantástica de la obra: La simultaneidad de mundos paralelos, una hipótesis científica que atenta contra el dogma de una Iglesia con amplias cuotas de poder e influencia; relacionado con este concepto se encuentra otro, el del “Polvo”, una misteriosa partícula elemental en torno a la que gira gran parte de la historia, y que es temida por el estamento eclesiástico, que la equipara al concepto de pecado original; las brujas, seres inmortales que se agrupan en clanes y que poco o nada tienen que ver con el mundo civilizado; los “panserbjornes”, u osos (polares) acorazados, constituídos en una sociedad hermética donde la fuerza y el honor son valores de probada valía.
Aparte de estos elementos, el universo de Northern Lights contempla la magia y lo sobrenatural, aunque apenas tienen un papel en la historia y, cuando surgen, a menudo detrás de ellos se encuentra una explicación de carácter pseudociéntifico (por ejemplo, la existencia del “Polvo” sirve para entender cómo funcionan algunos artilugios).

El argumento de Northern Lights gira en torno a una búsqueda que se desarrolla a varios niveles y que lleva a cabo la joven Lyra, proceso en el que irá descubriendo en qué consiste, a fin de cuentas, este gran y apasionante misterio que es la vida.
Lyra se embarca en una gran aventura por amistad y amor, valores que desempeñan un protagonismo indiscutible en la obra y cuya mera alusión podría servir para desmontar muchas de las críticas que pueden leerse en internet y a las que ya he aludido al comienzo de esta reseña. Por supuesto Lyra fracasaría en sus objetivos de no ser por su inteligencia, así como por un individualismo e independencia que irá gradualmente descubriendo a lo largo del camino.
Posiblemente aquí reside el quid de la cuestión y la base para las críticas que le han llovido a Pullman, ateo reconocido, pues ese individualismo sólo parece admitir la idea del hombre (y la mujer) en el esquema de las cosas. Añadamos, además, que la Iglesia que presenta en su relato (recordemos, fantástico), se acomode más a la de la Inquisición española que a la del anglicanismo del XIX. O que se aluda a la falsedad de sus principios TEOLÓGICOS. No es de extrañar, pues, el “revuelo” creado por un puñado de fanáticos que han llegado a calificar a Pullman como un “Anticristo” más (sin reparar en lo poco apropiado del término usado).
Pero volvamos a Lyra y a su periplo vital en pos de la adquisición (o entrada) del status de adulto. Ésta es, precisamente, una idea importante a la que se ha referido el propio autor en alguna entrevista, al señalar que lo que todo niño quiere es, después de todo, hacerse mayor. Un proceso que no es fácil, por supuesto, y que queda perfectamente reflejado en la historia que se nos cuenta: Lyra, huérfana de padre y madre, abandona la seguridad del College, proporcionada por el director de la institución y toda una serie de intelectuales (repárese en la naturaleza masculina de estos personajes, acorde al espíritu y sociedad victorianas), para embarcarse en una aventura incierta, en cuyo transcurso aprenderá lo injusta que es la vida, en especial para los niños. Y es que el abuso del menor es uno de los puntos más oscuros y al mismo tiempo importantes de Northern Lights, que se manifiesta a varios niveles, desde el maltrato psicológico hasta abominables experimentos que recuerdan a los llevados a cabo por el régimen nazi.
Podríamos quedarnos aquí en lo que a variedad temática se refiere, pero lo cierto es que Pullman toca otros, de forma tangencial y secundaria. Y ha de reconocerse que no son precisamente frívolos o insustanciales: El clásico debate entre destino y libre albedrío, o la defensa de la naturaleza auténtica del individuo son ejemplos de ello.

Sirvan todas estas consideraciones para afirmar que la novela se desmarca de otros ejemplos de "literatura juvenil" (Narnia, Crónicas de Spiderwick, Harry Potter) que, curiosa coincidencia, también han sido llevados a la gran pantalla recientemente. Northern Lights huye del mero afán de evasión que suele atribuírsele, generalmente, al género fantástico, para explorar (y explicar) ámbitos propios de la persona y del mundo con los que aquélla tiene que lidiar diariamente, desde un punto de vista, parcial por supuesto pero que denota una profunda convicción ideológica, de arraigada base humanista.

Llegados a este punto de la lectura (si es que habéis aguantado) quizás os preguntéis.. ¿Pero está bien el maldito libro o qué? Pues…
Pullman demuestra que sabe narrar, manteniendo un ritmo que atrapa al lector desde el principio de la historia y que se cimenta en una ambientación original, incógnitas que progresivamente se van desvelando y personajes carismáticos, algunos de los cuales, además, se alejan poderosamente de las convenciones del género.
Precisamente en lo que respecta a este último punto, he de admitir que me ha sorprendido gratamente la protagonista, Lyra, habida cuenta de la impresión negativa que me suscitó su personaje en la adaptación cinematográfica. Como también son de obligada mención el lacónico Iorek Byrnison, un oso acorazado, caído en desgracia tras ser condenado al ostracismo, y que acaba ayudando a Lyra en su búsqueda; o el severo y enigmático Lord Asriel, tío de la pequeña.
Se le ha criticado a Pullman que a menudo tan sólo aboceta a sus personajes, sentencia que tan sólo puede aplicarse a los secundarios y, desde mi punto de vista, aun con ellos juega el autor con estereotipos que les confieren un carácter y una fuerza ausentes en otros autores.
En el aspecto “negativo” he de admitir que no me han acabado de gustar algunos recursos que utiliza Pullman al contar la historia y que parece sacarse de la manga, ya que en alguna que otra ocasión resultan forzados y socavan la coherencia de la trama aunque sea a favor del componente dramático y/o expresivo.



En definitiva, un inicio brillante para una saga que se entrevé dotada de un carácter épico indiscutible; un libro que se desmarca de la evasión pura que viene siendo habitualmente atribuida a un por ello maltratado género fantástico, para incorporar una dimensión que busca explicar el mundo en el que vivimos y aportar acaso una justificación moral de carácter humanista; una novela emocionante, al tiempo que emotiva, divertida y cruda, abierta a numerosas lecturas y que captura con acierto el paso de la infancia a la adolescencia, momento en el que, de forma repentina, la vida pasa a representar todo un desafío lleno de contradicciones.

Para saber más:

-Philip Pullman, página oficial.
-La película se toma muchas licencias respecto al libro, a pesar de que sigue con bastante fidelidad la historia original durante una parte importante del metraje. De hecho altera el orden de la estructura del libro y suprime el desenlace. Por no hablar del enfoque más infantil por el que optó la película. Lo cierto es que la cinta fue un fiasco comercial y no es de esperar que se rueden las secuelas.

miércoles, 8 de julio de 2009

Hacia rutas salvajes, de Jon Krakauer


Hace un par de años Sean Penn dirigió Into the Wild (Hacia rutas salvajes), una película centrada en la vida y muerte de Christopher Johnson McCandless, un joven de 24 años que, una vez finalizada su carrera universitaria se embarcó en una solitaria aventura recorriendo Estados Unidos haciendo autostop, con su último objetivo puesto en las agrestes tierras de Alaska, donde pretendía sobrevivir sólo con lo que la naturaleza le proveyera.
Cautivado por aquella cinta sobre la que ya expresé alguna que otra opinión en su momento en este mismo blog, me hice con una copia del libro, de homónimo título y escrito por Jon Krakauer, que le sirvió de inspiración.
Hacia rutas salvajes, editado aquí por Ediciones B en su colección Zeta Bolsillo, es un intento de reconstrucción tanto de la figura de Chris como de los motivos que le llevaron a hacer lo que hizo fruto de la documentada investigación de Jon Krakauer, alpinista y colaborador de la revista Outside, en cuyas páginas publicó un reportaje sobre la muerte de Chris al poco de descubrirse su cadáver. Dicho artículo generó una respuesta del público como nunca antes se había visto en la historia de la revista, llegando a la redacción de la publicación numerosas cartas cuyos puntos de vista se movían entre la admiración y la condena.
Jon inmediatamente se sintió identificado con Chris en determinados aspectos de su vida y forma de pensar, hasta el punto de desarrollar una obsesión que le llevó a investigar los pormenores del que había sido su viaje desde el mismo instante en que se graduó en la universidad de Atlanta, en el verano de 1990, y su muerte dos años después por inanición al borde de la Senda de la Estampida, una ruta muy poco frecuentada que serpentea a través de los valles próximos a la Cordillera Exterior de Alaska. De hecho dos de los capítulos del libro narran un acontecimiento de vital importancia para Krakauer que sirve para explicar al lector el origen de su fascinación por McCandless.
El libro parte de los testimonios de las personas con las que Chris trabó amistad en su vagabundeo por diversos estados, así como de su familia, y por lo que a los hechos objetivos en torno a la vida del joven debe decirse que la película es muy fiel a lo que nos cuenta el libro.
De todas formas de la obra de Krakauer se deduce un aspecto de obligada aparición para cualquiera que en un momento u otro haya sentido fascinación o cuanto menos curiosidad por el joven McCandless: ¿A qué obedecía su razón de ser? La pregunta, en sí misma, ya es un síntoma revelador de la racionalidad que envuelve nuestras tristes vidas. ¿Qué lleva a una persona a romper todos sus vínculos familiares y de amistad? ¿Qué encuentra tan fascinante en la Naturaleza como para llevarle a tomar la decisión de echarse a la carretera? ¿Por qué abandonar las comodidades del primer mundo, aunque éstas tan sólo cubran las necesidades básicas? ¿Cómo entender un radicalismo donde hasta el dinero es concebido como un obstáculo que es preciso destruir? ¿Por qué dejar de lado la precaución en una aventura de semejante calibre?
No es de extrañar que a Chris se le tachara de irresponsable, cuando no de loco o suicida, calificativos con los que Jon Krakauer disiente profundamente y que trata de rebatir en su obra a partir de un estudio comparativo con otras figuras similares, ya sea contemporáneas como pasadas, y en el que también tienen cabida argumentos de amplio espectro, ya sea de carácter psicológico como antropológico, abordando de paso la imagen que el norteamericano ha tenido, históricamente, de la frontera. Todo con tal de proporcionar una imagen quizás a más acorde a lo que en verdad debió ser la realidad y que, a mi modo de ver las cosas, se encuentra en gran parte ausente en la película, lo cual explicaría muchas opiniones de espectadores que oí y leí entonces en las que se atacaba el para ellos reprobable proceder de Chris, que no diferían, a grandes rasgos, de las que desencadenó la publicación del reportaje original en la revista Outside.
El libro, por tanto, proporciona una visión de Chris mucho más compleja que la película, no exenta del componente emotivo que ésta tenía (de hecho, en la obra de Krakauer los padres de aquél tienen un mayor protagonismo).
Me atrevo a decir que la lectura de Hacia rutas salvajes es un proceso envuelto en una evidente fatalidad que viene dada al conocer de antemano la muerte del joven McCandless, sensación que es aun más terrible habida cuenta de la excepcional personalidad de la que hacía gala el muchacho.
Una lectura sobre un tema a priori desconcertante que a medida que se desarrolla puede convertirse en apasionante aun en su crudeza. Una mirada al abismo, sobre vuestra cuenta y riesgo.

sábado, 4 de julio de 2009

Los botes del "Glen Carrig", de W.H.Hodgson


Es curioso, pero tuvo que ser El pequeño Lovecraft quien me recordara la existencia de un autor al que hacía tiempo que le tenía ganas, W.H.Hodgson. Así que me he puesto con una de sus novelas novelas más celebradas junto a "La casa en el confín de la Tierra", Los botes del "Glen Carrig".
Esta novela puede ser encuadrada a medio camino entre la novela de aventuras y la de terror, teniendo como escenario el mar, medio que tan bien conoció en vida su autor.
El relato, narrado en primera persona a modo de diario, comienza "in media res", con los supervivientes del naufragio del barco Glen Carrig, que, perdidos en los mares del sur, llegan con dos botes a una ignota costa donde conocerán horrores de naturaleza sobrenatural que pondrán a prueba su cordura y capacidad de supervivencia en un medio hostil.
La principal cualidad de la novela es su sencillez, aplicable tanto a su argumento como a su estilo. Poco importa la caracterización de personajes frente al relato de las peripecias por las que pasa la sufrida tripulación de los botes y la creación de una atmósfera donde la devastadora sensación de soledad del paisaje se auna con el misterio que sugieren dichos parajes.
Por otro lado, el principal problema de la novela quizás podría residir en el hecho de que se amolda a determinados estereotipos que en parte venían dictados por el público, a lo que habría que añadir un vocabulario específico propio del ambiente marinero que puede desmotivar a más de un lector poco familiarizado con el mismo.
Aun así , y aunque el ritmo es irregular, la historia se lee muy bien, y se encuentra lejos de los excesos formales a los que la escuela norteamericana de Horror Sobrenatural llegaría, si bien es evidente su influencia en estos autores, H.P.Lovecraft incluído. Pero no me gustaría llevar a engaño con estas palabras a posibles lectores familiarizados con la obra de Lovecraft, ya que al menos en esta primera novela de Hodgson, el componente aventurero es la piedra sobre la que se construye la obra por mucho que el terror y el misterio acaben atribuyéndose un importante papel.

Los botes del "Glen Carrig", W.H.Hodgson
Edita Valdemar (Colección Diógenes)
2002

martes, 30 de junio de 2009

La última partida (Last Call), de Tim Powers

Tim Powers me cae bien. Será por su probada solvencia como escritor y la que me gustaría creer que es una modestia innata. Prácticamente nadie que no sea un lector clásico de fantasía conoce su persona u obra, cosa que no pasa con uno de sus amigos, Philip K. Dick. Y con todo, ese lector avezado sabrá que Powers es garantía de calidad dentro del género.


No me gustaría entrar con La última partida sin antes introducir mínimamente la obra de este autor. Gran parte de sus novelas deben encuadrarse dentro de las "historias secretas", que nos proporcionan información supuestamente suprimida, olvidada o menospreciada por los eruditos en torno a hechos históricos. En el caso concreto que nos ocupa, Powers busca, como han hecho otros autores de renombre como Ken Follet o Frederick Forsyth en algunas de sus obras, la continuidad del presente que todos nosotros conocemos reconciliando la historia de los libros con hechos de carácter sobrenatural o anacrónico de los que no ha quedado registro alguno.
Ejemplos de ello han sido, por citar tan sólo algunos ejemplos, En costas extrañas (1988), cuya lectura a más de uno le recordará la reciente saga cinematográfica de Piratas del Caribe, La fuerza de su mirada (1990), que podría darle más de una lección a Ann Rice, o la celebrada Las puertas de Anubis (1983), obras todas ellas que le han merecido nominaciones y premios especializados.

Ahora bien, La última partida (1992) supuso un punto de inflexión en su obra que, si bien participando en cierta medida de las características comentadas hasta el momento, anticipaba un nuevo rumbo.
En esta novela Powers decide trasladar la acción del pasado al presente, si bien en su versión de la realidad, que no es sino la que todos conocemos, subyace un estrato que se mueve entre lo mítico y lo mágico que vendría a aportarle una nueva, potente y enriquecedora significación: ¿Os suena la cita Hay otros mundos..., pero están en éste?

El argumento de La última partida, traducción no muy acertada de la original Last Call (Call hace referencia a mostrar las cartas en el póker) la sitúa en Las Vegas de los 80, donde Scott Crane, un jugador profesional de póker descubre que la partida en la que participó en una barcaza del lago Mead tiene insospechadas e increíbles repercusiones veinte años después, entre ellas la posible pérdida de su cuerpo y alma. Porque las cartas no siempre son lo que parecen...

La última partida mezcla elementos aparentemente inconexos como el mundo del hampa de los años 40 (el gángster Bugsy Siegel, quien tuvo un relevante papel en la constitución de Las Vegas, tiene un pequeño papel), el tarot (que se encuentra en la base del sistema mágico que Powers presenta en el libro),y la leyenda del Rey Pescador donde The Waste Land de T.S.Eliot se convierte en referencia ineludible. Todo con los casinos de la esplendorosa ciudad de Las Vegas y el inmisericorde desierto que la rodea de fondo.

La lectura de cualquier libro de Powers, y éste no iba a ser una excepción, es un proceso que participa de dos cualidades. La primera, es la fluidez narrativa que nos arrastra desde la escena inicial hasta el desenlace. Paradójicamente, la enorme facilidad con que puede leerse el libro contrasta con la segunda, una dificultad en lo que concierne a la idónea comprensión de determinados, aunque contados, elementos que, aunque no son necesarios para la más que satisfactoria lectura del libro, sí que le aportan matices singularmente reveladores. Aquí Powers se reafirma como autor por encima del best seller al uso, al demostrar un bagage cultural de variada índole. A este respecto, a pesar de haberse especializado en el campo de la literatura inglesa (de hecho da clases en la universidad) a menudo incluye referencias científicas, siempre al servicio de lo que cuenta y con el resultado de enriquecer el conjunto.

Ya para acabar y volviendo al libro que nos ocupa, creo estar en posición de afirmar que es, posiblemente, el libro más redondo de cuantos he leído de este autor. Toda la acción está dispuesta en un puzzle en el que cada una de las partes encaja a la perfección para conformar un conjunto impecable. A diferencia de otros libros previos donde eran evidente el escaso aporte de algunas escenas de transición, aquí cada capítulo nos cuenta algo importante en uno u otro sentido. De hecho el ritmo es excelente, incluso por encima de la media de lo que uno se suele esperar de una novela de Tim Powers.
En definitiva, una lectura obligatoria tanto para el fan de Powers como para cualquier neófito que quiera iniciarse en su obra.

Para saber más:
- Last Call ha sido publicada en nuestro país por Martínez Roca y Círculo de Lectores, ediciones ambas descatalogadas. Gigamesh es la última editorial que ha estado reeditando regularmente la obra de Powers. Sin embargo, La última partida sigue siendo una deuda pendiente.
- Last Call ganó el World Fantasy Award a la mejor novela del género de 1993.
- Por ahí rondan dos novelas inéditas en castellano llamadas Expiration Date y Earthquake Weather que "participan" de lo que se nos cuenta en Last Call.
- Artículo de Julián Díez: El steam-punk y Tim Powers

viernes, 19 de junio de 2009

Las miserias de la traducción: Matilde Horne


Matilde Horne, traductora argentina de 92 años que trabajó para Minotauro traduciendo grandes obras de la fantasía (J. R. R. Tolkien, Doris Lessing, Angela Carter, Stanislaw Lem, Ray Bradbury o Ursula K. Leguin se cuentan entre los autores de dichas obras), recibió un miserable finiquito de Planeta después de 50 años de servicio. Ahora malvive en una residencia de ancianos de Ibiza.

Para más información, clicka aquí (fuente: El País)

miércoles, 10 de junio de 2009

El gigante dormido

El error de nuestra clase política es que, como con el hombre del saco, no cree en la existencia de un "gigante dormido" constituído por toda esa ingente masa que no vota en los procesos electorales.
Después de las recientes elecciones unos se lamentan y otros se dan palmaditas en el hombro, pero nada de ello importa en último término.
Más bien deberían llevar a cabo un ejercicio de regresión a su infancia y empezar a volver a creer.

martes, 9 de junio de 2009

Descanso por trabajo..

.. interrumpido tan sólo por estas palabras vacías.

jueves, 21 de mayo de 2009

Los desmanes de la Iglesia (católica)

Otra vez parte del estamento eclesiástico católico irlandés se encuentra en el punto de mira de los medios:

viernes, 15 de mayo de 2009

Jornades sobre La Novel·la gràfica i el còmic com a recurs educatiu



Mira que me gusta poco, pero un cúmulo de circunstancias varias y de índole personal me deciden a poner por escrito algo que, de no hacerlo, sé que actuaría en mi perjuicio. Me disculparéis, pero hoy he de escupir veneno.

Acudo a unas jornadas sobre aplicación didáctica del cómic que organiza el ICE. Hasta aquí, ningún problema.

La primera jornada, la de hoy, estaba constituída por tres ponencias. La primera a cargo de Pere Joan, autor y editor de Inrevés Edicions. La segunda de Francesc Capdevila, aka MAX, autor y editor de la susodicha editorial. La tercera de Rosa Aparicio, filóloga (aunque se la presenta como pedagoga) que trabaja en el Centre de Recursos Pedagògics del Hospitalet y es miembro de la Associació d'Amics del Còmic la Baska.

Round 1: Pere Joan empieza hablando del cómic como medio y después de divagar un rato presenta una selección de algo más de una docena de obras en su opinión susceptibles de ser consideradas como “ejemplares” en un sentido que, advertida la audiencia de que su aplicación en el aula es harto difícil para algunas de ellas, se adivina que obedece a un mero criterio personal. En pocas palabras, me gustaban estos cómics y os hablo de qué van. ¿Los cómics? Sacados de la sección de turno del Babelia o cualquier otro suplemento cultural dominical: King, La ascensión del gran mal, Paracuellos, No pasarán, Palestina, Arrugas, Conversaciones imaginarias con mi madre, 99 ejercicios de estilo, El fotógrafo, Adolf, El almanaque de mi padre, etc.
Después de no mucho pensar reparo en que para Pere Joan el objeto de las jornadas, léase la aplicación didáctica del cómic, se reduce a hablar por encima de cómics con contenido político y social en la mayor parte de los casos.
Independientemente de la calidad de dichas obras, avalada por la crítica especializada y premiada en diversos certámenes, ¿os imagináis a un chaval o una chavala de ESO leyendo King o Palestina?
Y me pregunto... ¿por qué Pere Joan enfocó así el tema cuando daba por supuesto que su selección quizás no era la más adecuada para ser utilizada en el aula por el docente?
Finalizada la ponencia, Pere Joan da paso a Max, el cual le recuerda que primero va una ronda de preguntas y luego un descanso.
La primera pregunta se centra en un cómic sobre Palestina editado por Inrevés y que será distribuido en los institutos. Se alude a la polémica que ha generado de la cual he leído algunas cosas referidas a su orientación ideológica, al dinero público que se ha invertido en él y sobre las críticas que ha suscitado desde los USA. Pere Joan da por supuesto que una pregunta así tocaba salir habida cuenta de su calidad como editor. Tras unos momentos estériles a mi parecer, una pregunta hiriente de un oyente que se ha dado cuenta de que no ha aparecido ningún ejemplo de “novela gráfica” USA en la selección del ponente. A Pere Joan no se le ocurre ningún ejemplo de cómic USA que trate temática social o política. Pide ayuda a Max, sentado en primera fila, que está igual que él.

Round 2: MAX lee su ponencia sobre Maus en catalán, editado por Inrevés. En la ronda de preguntas reconoce que él no es docente al ser preguntado por la potencialidad didáctica de la obra.

Round 3: Rosa Aparicio arranca con las posibilidades que brinda el cómic como recurso educativo. Reconoce leer de todo, superhéroes incluidos y centra la mitad de su discurso en aspectos ligados al cómic como lenguaje, siguiendo las tesis de Scott McCloud.De sus palabras se deduce que conoce exhaustivamente de lo que está hablando. Hace circular unos dossiers prácticos para cómics destinados a diversas etapas educativas que sugieren un ingente trabajo de fondo. Aun así, sufre problemas técnicos que tardan en ser resueltos. Tampoco ayuda que en el último momento se haya optado por suspender el descanso previsto antes de su ponencia, y la audiencia muestra síntomas de cansancio. En la ronda de preguntas una única que le inquiere en torno a un precedente histórico del cómic de ámbito local (ante todo seamos chovinistas, por favor).

Acaba la primera jornada y me pregunto cuál es la impresión que se ha llevado la gente que se ha inscrito. Docentes y universitarios con vocación docente. ¿Cuántos de ellos estarán familiarizados con el cómic? ¿Cuántos de aquellos que desconocen el medio se contagiarán del prejuicio sucinto en las palabras de dos de los ponentes? ¿Hará mella en ellos la desinformación?
Tan sólo espero que la jornada de mañana sea más provechosa y prevalezca el enfoque que debería haberse priorizado en las ponencias y en la selección de los ponentes por parte de la organización.

Eliot y los gatos

Siempre he evitado a T.S. Eliot. Había leído por ahí diversas opiniones de coetáneos a los que tengo aprecio y que no le ponían muy bien que digamos. Pero leyendo La última partida de Tim Powers las citas de Eliot están presentes de continuo, así que me decidí a buscar material suyo. Y me he encontrado un poemario sobre gatos que destaca por la singularidad de su propuesta habida cuenta de la naturaleza del grueso de su obra.
Como sé que algun@s de vosotr@s tenéis un feeling especial por este animal, aquí tenéis una muestra y abajo un link donde podréis leer toda la obra.

MORGAN

I once was a Pirate what sailed the 'igh seas -
But now I've retired as a com-mission-aire:
And that's how you find me a-taking' my ease
And keepin' the door in a Bloomsbury Square.

I'm partial to partridges, likewise to grouse,
And I favour that Devonshire cream in a bowl;
But I'm allus content with a drink on the 'ouse
And a bit o' cold fish when I done me patrol.

I ain't got much polish, me manners is gruff,
But I've got a good coat, and I keep meself smart;
And everyone says, and I guess that's enough:
`You can't but like Morgan, 'e's got a kind 'art.'

I got knocked about on the Barbary Coast,
And me voice it ain't no sich melliferous horgan;
But yet I can state, and I'm not one to boast,
That some of the gals is dead keen on old Morgan.

So if you 'ave business with Faber - or Faber -
I'll give you this tip, and it's worth a lot more:
You'll save yourself itme, and you'll spare yourself labour
If jist you make friends with the Cat at the door.

Old Possum's Book of Practical Cats, by T.S.Eliot

lunes, 4 de mayo de 2009

The Last Wish (El último deseo), Andrzej Sapkowski


The Last Wish es la primera parte de la saga protagonizada por el cazador de monstruos Geralt de Rivia, escrita por el polaco Andrzej Sapkowski.
Sí, lo de cazador de monstruos no es que suene muy bien que digamos, y más cuando el lector ocasional que pueda estar leyendo estas líneas puede que no sea consumidor habitual de fantasía.
En mi caso, aun lector del género (y bastante selectivo), he de reconocer que la premisa básica del libro, centrada en este personaje del que en un principio poco se sabe salvo que es realmente diestro con el hierro, hace gala de conocimientos propios de un brujo y da muerte, por un precio, a criaturas que pueblan el mundo de fantasía por el que deambula sin destino aparente, poco o nada me atraía. A ello se sumaba el hecho de que en varios años trabajando en una librería varios clientes me lo habían recomendado con un fervor similar al de aquel que te pone por las nubes el best-seller de turno. Además, reconozco que nunca he sido seguidor de la fantasía clásica al uso, ya sea de calidad como sustituta del papel higiénico, y que siempre he apostado por aquello que se desmarca de lo convencional que, desafortunadamente, prima en el género no sólo en las estanterías de las librerías sino en las preferencias del aficionado típico. O sea, Geralt no las tenía todas consigo para ganarse mi atención.
Pero Sapkowski venía aclamado por la crítica especializada y contaba en su haber una novela histórica igualmente alabada por aquella, de forma que acabó ganándose una oportunidad.

The Last Wish es una introducción al personaje que protagonizará una saga que actualmente cuenta con siete volúmenes (seis de los cuales están disponibles en castellano), pero a diferencia de otras series similares esta primera entrega tiene la ventaja de que puede leerse de forma independiente al reunir diversos relatos cortos que tienen como objeto anécdotas que aparecen a lo largo de una historia de fondo que proporciona cohesión al conjunto, con la particularidad añadida de que el lector, una vez completada su lectura, no tiene por qué seguir leyendo para satisfacer su curiosidad al respecto de una trama interrumpida de forma más o menos abrupta. Lo único que pueda sucederle al lector ocasional es que se sienta atraído por la naturaleza del personaje que ha protagonizado las diversas historias que acaba de leer y busque saber más sobre su persona y un destino que se prevee aciago.
Una particularidad reseñada por doquier en torno a este libro es el homenaje que Sapkowski hace de diversos cuentos y fábulas tradicionales y universales, contemplándolas desde una óptica muy personal que casi podría calificarse como materialista. La más cruda de las realidades gobierna todo el trasfondo en el que tienen lugar las andanzas de Geralt, y las fábulas que se adivinan detrás de cada uno de los relatos no podrían ser una excepción a la regla que es, en última instancia, lo importante de todo este asunto.
El realismo echa por tierra las convenciones de un género donde al héroe se le suele elevar por encima de la simple naturaleza mortal, apostando por un tono pseudoheroico típico a más no poder. Geralt no es así. Para empezar es falible, como muchos de los héroes de la fantasía mainstream, sí, pero a diferencia de éstos, a menudo suma de clichés desprovista de personalidad y rayana en la sosería, Geralt está muy hábilmente caracterizado, y más teniendo en cuenta que el autor dosifica toda información en torno a él con cuentagotas. Geralt es sumamente complejo, un personaje moral (lo cual no es moco de pavo habida cuenta de los tiempos que corren, tanto para nosotros como para él), carnal, con un sentido del humor que coquetea con un cinismo explicable por sus desafortunadas circunstancias personales... Características varias cuya combinación tiene como resultado que el personaje se vea colocado a un nivel próximo al del lector que participa de sus aventuras y desventuras. Todo ello no muy habitual, al menos en el grado en que The Last Wish contempla cada uno de estos rasgos definitorios.
Y es que Geralt renueva el género. Insuflado de la frescura de la que carecen los clásicos de cuyo ejemplo más destacado en mi opinión sería el Señor de los Anillos (quien se quiera rasgar las vestiduras que lo haga, ¡qué diablos!), sin embargo está dotado de una calidad literaria poco usual y que comparte con aquellos, ya que aunque el lector acabe recordando su lenguaje informal, chabacano por momentos, Sapkowski demuestra que tiene grandes tablas como escritor y un conocimiento histórico que aplica al género fantástico por medio de términos específicos que me supusieron todo un reto al leerlo en inglés. Pero no sólo ésto dice bastante a su favor, sino que el autor goza de un importante y extenso repertorio de vocabulario que utiliza con propiedad y siempre de forma plenamente consciente de lo que quiere transmitir en cada momento.
Por lo que respecta al ritmo de la obra, el libro se lee de forma fluída, aderezándose con alguna que otra sorpresa que obra aun más en su beneficio.

Para acabar tan sólo deciros que creo que The Last Wish es lectura obligada para cualquier fan de fantasía que se precie. Sentenciando, que es gerundio.
No sigáis mi ejemplo y tardéis tanto a leéroslo.

sábado, 25 de abril de 2009

No paro

Necesito parar un poco. Un par de días a lo sumo. Levantarme sin hora. Desayunar tranquilamente y sentado. Andar por casa sin tarea fija que realizar. Dedicarles más mimos de los acostumbrados a mis plantas. Comer en casa, unas verduritas quizás, con un poco de arroz, cocinado en el wok y a fuego lento, con un poco de música de fondo. Ponerme al día con una peli o dos en DVD. O ir al cine solo. Refugiarme en un bar a leer. Cenar de vuelta a casa. Disfrutar un té con algo de chocolate mientras hago avanzar la tercera temporada de Buffy. Evitar salir por ahí y dormir ocho horas.
Aunque sólo sea un día.

viernes, 24 de abril de 2009

Educación diferenciada y vacío legal

Leo en El Público que el portavoz del PP en lo concerniente a Educación en el Congreso, Juan Antonio Gómez Trinidad ha dicho:
No se puede retirar las subvenciones a los colegios de educación diferenciada sólo por el hecho de que separen a niños y niñas.

Lo cual venía a cuento de la decisión anunciada por algunas comunidades autónomas que apuntaba a la retirada de los conciertos económicos a aquellos centros de enseñanza que han optado por la educación diferenciada.

Así que sale a colación la LOE (Ley Orgánica de Educación), que en su artículo 84.3 dice que en ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión.El problema viene cuando cada Administración interpreta la ley en función de su propia filiación ideológica (o sea, la de los políticos de turno) y a la naturaleza de los centros existentes en su territorio, amparándose para ello en una evidente indefinición por lo que respecta al concierto económico (o sea, si la Administración se encarga o no de pagar a los "profesionales" encargados de esa educación).
En efecto, la LOE no concreta gran cosa en este terreno; tan sólo existe una disposición adicional, la 25, según la cual se establece que los colegios mixtos serán objeto de atención preferente y prioritaria.

A partir de estas consideraciones vienen los juegos de palabras. Como el que "separar" no es lo mismo que "discriminar" (el propio portavoz del PP afirma que la educación diferenciada no es un modelo "discriminatorio"). Por tanto los hay que deducen que separar niños de niñas es algo perfectamente "legal". Y en función de esta presunta legalidad manifiesta habida cuenta las palabras recogidas en la LOE, dichos colegios e institutos que practican la separación en virtud del sexo solicitan la financiación pública. Aun así se quejan, y más ahora que cada vez más comunidades parecen adoptar la firme resolución de retirar sus conciertos económicos con esos centros de educación diferenciada. Así el propio Gómez Trinidad expone que la financiación de estos centros no puede estar al arbitrio del consejero de Educación de turno (ver link anterior). Lo cierto es que el asunto tiene cojones.
Sí, porque la educación diferencia
da va más allá en tanto que:
1) se argumentan razones psicopedagógicas para separar niños de niñas. Aquí la religión o la ideología no pintan nada, por supuesto. ¿A qué nos estamos referiendo con ésto? Al desarrollo y maduración diferenciados de niños y niñas de la misma edad. Separando ambos sexos, según esta tendencia, se mejora el rendimiento.
El investigador de la Universidad de Sevilla Francisco Lorenzo lo niega: "En estos centros la principal variable es el perfil socioeconómico, que es lo que más influye en el rendimiento". Se podría hacer otra réplica: Si la escuela busca la inserción dentro de un marco social, económico, político, cultural determinado (en definitiva, una realidad particular), ¿es válido ir en contra de un condicionante universal? ¿Acaso lo "normal" no sería crecer conociendo a esa otra parte con la que compartimos espacio y tiempo? Otros, psicopedagogos también, afirman que una educación integrada, palabras abundantes en el texto legislativo aparte de encontrarse de moda hoy en día, es inestimable en un aspecto sumamente preocupante de nuestra sociedad como es la violencia de género.
2) afirma su existencia diciendo que los padres deberían ser capaces de tener la libertad de elegir el centro de sus hijos. Y claro, retirar la financiación pública a estos centros equivaldría que las familias con menores recursos económicos no podrían optar a ello. Claro. Los conservadores siempre pensando en el bienestar social.
3) a estas dos consideraciones, ambas sostenidas por el señor Gómez Trinidad, se añade el hecho de que el honorable diputado afirma que este modelo está en crecimiento en todo el mundo, poniendo el ejemplo yanki. Hasta Obama, el hasta hace poco denostado por el PP, parece ser un partidario del modelo. Por supuesto que el señor Gómez Trinidad se olvida de quién está hablando y de sus circunstancias culturales actuales.

Qué queréis que os diga, uno ya está harto de tanta opinión política interesada, hipócrita y, ocasionalmente, desinformada. Lo peor es que el interés, a su vez, a menudo revierte en desinformación por parte del público. No entraré en polémicas como la desencadenada por la asignatura, materia o área de Educación por la Ciudadanía, pero creo evidente que algo pasa cuando un padre te pregunta si el bajo nivel formativo de sus hijos se debe a aquélla. La desinformación y la ignorancia beneficia al político en general. Las masas ignorantes siempre han sido fáciles de manipular. Y al final y en este caso los perjudicados, al menos en mi opinión, son nuestros jóvenes.


Fuentes consultadas: LOE
El Público
El País (digital)
Diariocrítico de la SOciedad, Cultura y Ocio

Nota: Tirón de orejas a El Público de hoy por afirmar que el artículo 84.3 de la LOE prohíbe el concierto económico con aquellos centros que discriminen a sus alumnos en función de su raza, sexo o religión.

Sobre Voltaire y los P2P

Leo en el periódico El Público varias cosas:

1) que la Coalición de Creadores de Industrias de Contenidos (que engloba a autores, entidades de gestión de derechos, productoras, discográficas y distribuidoras) y Redtel (que reúne a las principales proveedoras de acceso a Internet, excluyendo a Jazztel) tienen un pacto para acabar con las descargas de material audiovidual sujeto a derechos de autor. Su plan es pedir al Ministerio de Industria que bloquee las webs que ofrecen bajarse gratis contenidos sujetos a derechos de autor.
2) leo también que el Parlamento Europeo aprobó ayer extender el copyright para la música, de 50 a 70 años, en una maniobra de equiparación legislativa con Yankilandia.

A continuación pienso en el juicio de la semana pasada en Suecia contra The Pirate Bay, el primero si no voy muy equivocado que falla a favor del demandante. Un año de prisión y 2,3 millones de euros a pagar por los responsables, que tienen previsto recurrir, y más ahora que se ha dado a conocer que el juez que se ocupó del caso es miembro de la Asociación Sueca de Derechos de Autor.

Y entonces se me ocurre aquello que dijo un señor que respondía al nombre de Voltaire: Veinte volúmenes en folio no provocarán nunca una revolución; los peligrosos son los libros pequeños y de bolsillo a treinta céntimos.

Enfrentados (Seraphin Falls)

La carátula del DVD: Nada que ver con el lamentable poster con que nos han vendido la película.


Ya no se hacen películas como ésta que tenemos entre manos, Enfrentados, peculiar traducción de Seraphin Falls, opera prima de David Von Ancken.
Nos encontramos ante un western curioso y extraño, no sólo por los tiempos que corren sino también por la inclusión de elementos que no son habituales en el género. Para empezar, el western ya hace tiempo que es un género en decadencia, si bien a los que nos gusta hemos tenido la suerte de poder disfrutar algunas joyitas como la serie Deadwood. Por ello no es de extrañar que arqueemos la ceja cuando un director novel decide iniciar su carrera con un western. Pero la curiosidad que pueda causarnos no se queda aquí, no, ya que descubrimos a varios actores de peso que se han embarcado en el proyecto (Pierce Brosnan, Liam Neeson y Anjelica Huston). Pero uno reconoce que no puede por más que quitarse el sombrero al leer la premisa básica de la película, según la cual el argumento parece limitarse a la persecución de un hombre por parte de otro a través de vastos escenarios naturales.
Una propuesta tan valiente sin duda se merece a priori mis respetos.
La idea de venganza es la que mueve al personaje interpretado por Neeson, mientras que en el caso del personaje de Brosnan es la culpa quien acompaña su huída, aunque ambos tienen en común un evidente desengaño por la vida; es como si ambos estuvieran hastiados, cansados de la lucha; y ambos son perdedores de una misma guerra, la Guerra Civil americana, por mucho que cada uno estuviera en uno de los dos bandos contendientes. Por otro lado, el personaje que interpreta Brosnan puede ser concebido en términos legendarios, ya que de él se cuenta alguna que otra historia vivida en la guerra que le sitúa por encima de la esfera mortal, si bien no se insiste apenas en ello. Esa aureola es intrínseca a la concepción mítica de la frontera, y se observa en varios westerns (ahora mismo estoy pensando en Clint Eastwood, ya sea frente a la cámara como detrás de ella).
Un elemento interesante en la película es la naturaleza, presentada en forma de entorno hostil al que los personajes deben enfrentarse necesariamente. Una relación que merece una atención especial y que ocupa alguno de los mejores momentos del film. Y creo que debo destacar este aspecto precisamente porque suele pasar inadvertido. La Naturaleza pasa de ser un mero telón de fondo para la acción a convertirse en un personaje más, que interactúa con los demás. Y es que la escena inicial es de lo mejorcito de la película, con un Brosnan tratando de sobrevivir en un paisaje invernal de montaña después de haber caído a un río sin más ayuda que un par de balas y un cuchillo de monte.
En mi opinión, otro de los puntos fuertes de la historia, aunque seguro que hay quien opine que puede ser uno de sus puntos flacos, es la simpleza de la propuesta, así como la escasez de explicaciones a la hora de bucear en los motivos que impulsan a uno a ir detrás del otro. Una película así se presta incluso a reflexiones que bien pudieran haber salido de boca de alguno de los protagonistas pero que en cambio se han quedado en el tintero del guionista. El laconismo es la norma para los personajes principales, aunque hay perlas como (referida a las palabras de la Biblia en boca de un predicador): "No hay por qué temerlas. Son sólo palabras. Y en esta tierra no hay Dios".
Y el final, que no os voy a estropear, es otro de los detalles que hacen destacar este western por encima de otros, ya que viene a introducir un elemento de corte pseudofantástico u onírico que no es ni por asomo lo que estamos acostumbrados a ver en una película de este género.
Pero la película no es todo virtudes. Es evidente una concepción "pasillo" según la cual los personajes se van encontrando diversas situaciones y personajes a lo largo de su persecución, recurso que peca de artificioso. Y es precisamente alguno de estos "encuentros" el responsable de actuar en perjuicio de un ritmo ya de por sí sosegado. Ahora bien, ¿está el ritmo supeditado a un ideal contemplativo o no? Aquí yo me decantaba por la segunda opción. La Naturaleza, aunque condicionante que llega incluso a ser crucial, no es mostrada como en "Las aventuras de Jeremiah Johnson" (una más de mis obsesiones fílmicas dentro del western), donde llega a tragarse a Robert Redford por momentos.

En fin, que estamos ante un peligroso ejercicio cinéfilo, un salto en el vacío sin red, que puede que interese a algunos de vosotros, fans irredentos del western y de las historias sencillas que no necesitan ambage alguno para transmitir. No nos engañemos, no estamos ante una gran película, ni mucho menos, aunque no creo mala idea recordarnos de este nombre, David Von Ancken. Yo al menos tengo curiosidad por ver qué viene después de ésto (si es que viene algo).

jueves, 23 de abril de 2009

Funeral vikingo

¡Qué placer! Todo el mundo debería pasar por alguno/s de éstos a lo largo de su vida antes de que nuestras cenizas se las lleve el viento del norte.

domingo, 19 de abril de 2009

Déjame entrar


No puedo hacer una reseña típica de la que es una película atípica. Así que, como la reseña de Marguis en Insensatos, me salgo por la tangente.

Déjame entrar es...

... la línea divisoria entre la infancia y la adolescencia.Punto y aparte.

Pero también es...
Crueldad. Y violencia. Ya puestos hablemos de sexo.
Pero ojo, que aquí la Inocencia se escribe con mayúsculas. Sí, hemos tenido una regresión infantil. Blanca, pura, como la nieve inmaculada que deja tras de sí la tormenta.
Hollemos esa nieve. Padres e hijos. La dictadura del púber ante su progenitor. Divorcio. Soledad.
Pero seamos plásticos. Derramemos sangre sobre el blanco manto. Violencia de nuevo. Monstruos. Pedofilia. Bullying.
Sigamos en este terrible reverso. Adicción y dependencia, que no necesariamente son lo mismo. Y por supuesto, manipulación.
Pero no seamos tan negativos. Ahí dentro también hay Amistad. Y Amor, al que contemplaremos desde varios ángulos, a fin de ser fieles a lo que en verdad es.
Y de fondo, una sociedad encerrada, privada de sol, donde se advierten algún que otro tabú sexual, donde el alcohol reconforta tanto o más que la lumbre del hogar, y el humor, negro como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la latitud, es un aliado de inestimable valor.


Ah, se me olvidaba.
Déjame entrar es, también...
Vampiros.
Una nueva perspectiva. Al menos una alejada del tópico.
El no-muerto (lo siento, esta vampira, esta niñita adorable de enormes ojos verdes que no necesita articular sonido alguno para hablar, y de qué manera, está bastante viva) tiene un tacto, una empatía dolorosamente humanos. Y en él (ella) está latente la bestia,que como cualquier animal se mueve por puro instinto de auto-conservación.
Hace mucho que tiene 12 años, sí, pero aquí cabría discutir la delicadeza que muestra en su trato con el protagonista del film, otro niño de la misma edad. ¿Es sinceridad? ¿Interés? Independientemente de lo que decidamos, está el hecho. El tremendo cuidado con que procede esta criatura y que aporta una cualidad difícil de encontrar en otros films adscribibles a este género.
Y luego, los tópicos reinterpretados, adaptados a estos tiempos (¿es la década de los ochenta la que sirve de marco a la historia?), de forma creíble.

Iba a acabar con una mini-reseña típica. Pero para qué. Así está bien. Al menos, así me gusta.
Ah, me ha encantado, por si a alguien le restaba la duda.

Mañana mismo me voy a encargar el libro en inglés, de John Ajvide Lindqvist.

It's a free world, de Ken Loach


Tenía que pasar un día u otro. Estábamos acostumbrados a la figura del trabajador, el obrero, el eterno luchador que trata de mantenerse a flote y conseguir lo mejor para los suyos, enfrentado a un sistema caníbal e inmisericorde que no hace más que ponerle trabas cuando no se dedica a apalearle miserablemente en nombre del beneficio empresarial. Y es que ése es el héroe del cine de Ken Loach. El parado que lucha por salir del alcoholismo mientras entrena a los chavales del barrio (Mi nombre es Joe), el peón ferroviario que ha de subsistir como puede trabajando precariamente y a destajo porque la empresa pública para la que trabajó toda su puñetera vida ha sido privatizada (La cuadrilla), el adolescente que menudea con drogas en la calle para comprarle una cabaña prefabricada a su madre (Thirteen)... Todos ellos son los héroes de Loach. Tipos con los que sintonizas a la primera y que te hacen sufrir de mala manera, pero que como ellos aprietas los dientes y cierras los puños y sigues adelante, intentando que aflore una sonrisa en tus labios, cosa que a veces es, desafortunadamente, imposible.
Pero como decía, tenía que pasar. Ya iba siendo hora que miráramos al otro lado. Ya no es tiempo de héroes, sino de villanos. Y no me refiero a ésos de ficción que te acaban cayendo hasta simpáticos, no, sino a los reales. Y la realidad, la cruda realidad, no puede sino ser motivo de espanto. Bienvenidos al mundo de un liberalismo atroz, despiadado, donde todo vale si eres ambicioso y sin escrúpulos. Todo por un puñado de dólares.
Y si no, que se lo digan a Angie, una treintañera, madre soltera, que le han dado la patada en su trabajo después de un arrebato de dignidad propiciado por el acoso sexual de que era objeto por parte de su jefe. Obligada a buscarse la vida para sacar adelante a su hijo, un adolescente que vive con sus abuelos, a Angie se le ocurre una idea, que no es otra que, aprovechando su experiencia en agencias laborales, crear su propia empresa junto a su compañera de piso. Ambas se encargarán de proporcionar trabajo a inmigrantes, en principio regularizados, y a satisfacer a empresarios deseosos de mano de obra barata, sumisa y dispuesta a cubrir turnos dobles y hacer cuantas horas extras sean necesarias.
No hay duda de que estamos ante una película de Ken Loach. No sólo a nivel temático, sino también técnico. Así, por un lado,En un mundo libre se ha de incluir dentro de un cine comprometido que es la norma en la carrera cinematográfica del inglés. Por otro lado, la película se acomoda dentro de un estilo documental que es el que suele elegir Loach a la hora de rodar. Sin embargo, debo decir que a este último respecto, el resultado no se halla a la altura de otros films previos. La presunta naturalidad que sería de esperar de acorde a este carácter documental se halla lastrada en algunos momentos por pequeños detalles de guión que restan algo de coherencia al desarrollo del personaje de Angie, brillantemente interpretado por Kierston Wareing, y aportan cierta importura que, todo sea dicho de paso, a veces aparece en las películas de este director.
Aun así, la película creo que consigue su objetivo, que pasa por despertar en el espectador un rechazo incondicional hacia el reprobable y miserable proceder de Angie. Sin embargo, Loach usa una escala de grises para dibujar a la protagonista que, después de todo, debemos recordar que parte de una difícil situación en la que ella misma es una víctima cuyas consecuencias acaban por abocarla a sucumbir a la lógica del liberalismo más diabólico. Pese a ello, es la ambición y la impunidad penal las que acaban por hacerla entrar en dicho juego. Pero el espectador se da cuenta de otra cosa que le atañe a él, y sólo a él, que no es sino que también es cómplice de la injusta situación por la que pasan tantos y tantos inmigrantes en tanto que consumidor de los productos que salen de esas fábricas. Por no hablar de la burbuja de bienestar material que nos ciega frente a las penurias de ese grupo social olvidado, marginado, inadvertido, con el que compartimos nuestro espacio.
En definitiva, el Loach de siempre (perro con tres patas incluído) con la salvedad de que esta vez ha decidido cambiar por completo su punto de vista habitual, el de la clase obrera, para adoptar el menos amable del empresario sin escrúpulos. Preparad vuestros estómagos.

miércoles, 15 de abril de 2009


A Michel Gondry le conocí (en sentido figurado) cuando vi un video musical que había dirigido para los Chemical Brothers. Se llamaba Star Guitar. No me pareció gran cosa la primera vez, hasta que llegó a mis manos su cómo se hizo. Entonces empecé a apreciar la genialidad, que seguro que alguno discutiría, de este tipo. Luego vino ¡Olvídate de mí! , y supe que desde entonces debía seguirle la pista al francés.

Rebobine, por favor es el último producto con que nos ha sorprendido Gondry.

Be Kind Rewind, título original de la cinta, además de presentarnos una desquiciante premisa (de la cual no pienso deciros nada), si bien contemplada desde una perspectiva que no puede calificarse precisamente de original (la sombra de Capra es alargada) sí que consigue sorprendernos a nivel audiovisual y lo que aun es más importante, emocionarnos, enternecernos, con las disparatadas ocurrencias de la pareja protagonista, formada por los actores Jack Black y Mos Def, que acaban por movilizar a todo un colectivo social, el constituído por su barrio, sirviéndose de medios como el cine y la música, que acaban constituyéndose como protagonistas indiscutibles de la historia, con tal de impedir la demolición de una finca donde se halla emplazado un videoclub y la vivienda de su propietario, el mismísimo Danny Letal Weapon Glover.
Una película pequeña que habla de cine con mayúsculas, y de cómo éste ayuda a hacer un poco más llevaderas nuestras pequeñas vidas. El cine como evasión. El cine como magia. El cine como elemento de cohesión. El cine al margen de los intereses de las grandes productoras.
Una de esas películas que te dejan una estúpida, bobalicona sonrisa en la cara cuando dejas la sala.