martes, 16 de diciembre de 2008

Tiempo muerto en el curro

Días extraños. Siguen. Disperso. Al igual que mis estudiantes me he relajado un poco. Mi preocupación por las clases ha dado paso a la que ahora siento por algunos de los alumnos a los que tutorizo de forma individual. Sinceramente, me parece una labor más interesante. Más útil en cierto sentido.
Aun así, esta laxitud me mata.
Odio este truco de magia egipcio: El del pollo al que han cortado la cabeza y sigue con sus andares erráticos. Me muero de ganas de que el mago se apiade y vuelva a situar la cabeza en el sitio que le corresponde.
Por lo demás el finde pasado flirteé con la luna y el mar, con Sirio y los tres magos, en un paisaje singular, roca sobre roca, en equilibrio precario, donde se insinuaban inquietantes presencias, moldeadas con pura oscuridad, que parecían jugar conmigo al escondite. Y aun en ese paisaje bañado por Selene, supe cerrar la caja de las perdiciones, sentir la sal que el viento llevaba consigo y desear, en aquella brillante noche, luz y calor. Pensé en mis antepasados; en agujeros de contrabando; en costas oscuras; en tabaco de pipa; en cecina, galletas y ginebra; en definitiva, en noches acaso similares a aquella. El arrebato. ¿He dicho ya que me las apañé para cerrar la caja negra? El calor de al menos unas ascuas, éso hubiera hecho completa mi dicha. Pero el sólo hecho de pensar en el fuego fue toda una hazaña de la que enorgullecerme. Sonreí, como sonrío ahora.
El resto del finde pasó sin pena ni gloria. Películas, sí, algunas hubo, de las que espero cuanto menos hacer una breve mención esta semana (al menos de las que valían la pena). Y poco más. Umm... Maldigo a los centauros. Quítales una meta y los tendrás a tu merced...

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