Tenía que pasar un día u otro. Estábamos acostumbrados a la figura del trabajador, el obrero, el eterno luchador que trata de mantenerse a flote y conseguir lo mejor para los suyos, enfrentado a un sistema caníbal e inmisericorde que no hace más que ponerle trabas cuando no se dedica a apalearle miserablemente en nombre del beneficio empresarial. Y es que ése es el héroe del cine de Ken Loach. El parado que lucha por salir del alcoholismo mientras entrena a los chavales del barrio (Mi nombre es Joe), el peón ferroviario que ha de subsistir como puede trabajando precariamente y a destajo porque la empresa pública para la que trabajó toda su puñetera vida ha sido privatizada (La cuadrilla), el adolescente que menudea con drogas en la calle para comprarle una cabaña prefabricada a su madre (Thirteen)... Todos ellos son los héroes de Loach. Tipos con los que sintonizas a la primera y que te hacen sufrir de mala manera, pero que como ellos aprietas los dientes y cierras los puños y sigues adelante, intentando que aflore una sonrisa en tus labios, cosa que a veces es, desafortunadamente, imposible.
Pero como decía, tenía que pasar. Ya iba siendo hora que miráramos al otro lado. Ya no es tiempo de héroes, sino de villanos. Y no me refiero a ésos de ficción que te acaban cayendo hasta simpáticos, no, sino a los reales. Y la realidad, la cruda realidad, no puede sino ser motivo de espanto. Bienvenidos al mundo de un liberalismo atroz, despiadado, donde todo vale si eres ambicioso y sin escrúpulos. Todo por un puñado de dólares.
Y si no, que se lo digan a Angie, una treintañera, madre soltera, que le han dado la patada en su trabajo después de un arrebato de dignidad propiciado por el acoso sexual de que era objeto por parte de su jefe. Obligada a buscarse la vida para sacar adelante a su hijo, un adolescente que vive con sus abuelos, a Angie se le ocurre una idea, que no es otra que, aprovechando su experiencia en agencias laborales, crear su propia empresa junto a su compañera de piso. Ambas se encargarán de proporcionar trabajo a inmigrantes, en principio regularizados, y a satisfacer a empresarios deseosos de mano de obra barata, sumisa y dispuesta a cubrir turnos dobles y hacer cuantas horas extras sean necesarias.
No hay duda de que estamos ante una película de Ken Loach. No sólo a nivel temático, sino también técnico. Así, por un lado,En un mundo libre se ha de incluir dentro de un cine comprometido que es la norma en la carrera cinematográfica del inglés. Por otro lado, la película se acomoda dentro de un estilo documental que es el que suele elegir Loach a la hora de rodar. Sin embargo, debo decir que a este último respecto, el resultado no se halla a la altura de otros films previos. La presunta naturalidad que sería de esperar de acorde a este carácter documental se halla lastrada en algunos momentos por pequeños detalles de guión que restan algo de coherencia al desarrollo del personaje de Angie, brillantemente interpretado por Kierston Wareing, y aportan cierta importura que, todo sea dicho de paso, a veces aparece en las películas de este director.
Aun así, la película creo que consigue su objetivo, que pasa por despertar en el espectador un rechazo incondicional hacia el reprobable y miserable proceder de Angie. Sin embargo, Loach usa una escala de grises para dibujar a la protagonista que, después de todo, debemos recordar que parte de una difícil situación en la que ella misma es una víctima cuyas consecuencias acaban por abocarla a sucumbir a la lógica del liberalismo más diabólico. Pese a ello, es la ambición y la impunidad penal las que acaban por hacerla entrar en dicho juego. Pero el espectador se da cuenta de otra cosa que le atañe a él, y sólo a él, que no es sino que también es cómplice de la injusta situación por la que pasan tantos y tantos inmigrantes en tanto que consumidor de los productos que salen de esas fábricas. Por no hablar de la burbuja de bienestar material que nos ciega frente a las penurias de ese grupo social olvidado, marginado, inadvertido, con el que compartimos nuestro espacio.
En definitiva, el Loach de siempre (perro con tres patas incluído) con la salvedad de que esta vez ha decidido cambiar por completo su punto de vista habitual, el de la clase obrera, para adoptar el menos amable del empresario sin escrúpulos. Preparad vuestros estómagos.
Seducción
Hace 14 años
2 comentarios:
Hola:
Ya en lo que a pelis se refiere, aunque no tenga nada que ver te recomiendo una danesa que se llama Déjame entrar. Es de vampiros, pero sencillamente increíble. No había visto una así.
Besos:
M.
Tu sugerencia llega un poco tarde porque acabo de ir a verla, jajaja!
Aun así, gracias!
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