domingo, 12 de abril de 2009

Picnic en Hanging Rock, de Peter Weir




What we see and what we seem is but a dream - a dream within a dream.

Lo que vemos y lo que parecemos no es más que un sueño... un sueño dentro de un sueño.

Estos versos de Edgar Allan Poe seguidos de la flauta de Gheorghe Zamfir marcan el inicio de Picnic en Hanging Rock, una de las primeras y más interesantes películas del australiano Peter Weir.

Durante el transcurso de una excursión celebrada el día de San Valentín de 1900, tres alumnas del prestigioso colegio Appleyard y una de sus profesoras desaparecen en Hanging Rock, una formación rocosa de North Carolina, en Australia. El suceso, envuelto en un halo de misterio, conmociona a una sociedad que sigue a través de la prensa los progresos de la investigación policial que concluye sin resultados satisfactorios.

Tal es el argumento de la novela escrita por Joan Lindsey, de cuya adaptación a la gran pantalla se encargaría un joven Peter Weir.

Hay algo en torno a esta película que desafía a la razón. En efecto, cómo explicar si no la desaparición de varias personas en un entorno natural y bajo el sol de mediodía. La Naturaleza cobra, llegados a este punto, una importancia esencial. Ella encarna un pensamiento de carácter mágico, animista, que tiene su reflejo y expresión en la cosmogonía aborigen australiana (recordemos la nacionalidad de Peter Weir). ¿Qué esconde el laberinto rocoso de Hanging Rock? ¿Acaso un portal entre el mundo físico y el mundo espiritual de los inmemoriales ancestros aborígenes?

Lo cierto es que el visionado de la película no satisface la curiosidad del espectador. Weir no ofrece una solución final, sino que se sumerge aún más profundamente en el misterio, formulando nuevas preguntas sin respuesta. Aún diría más: El que Weir decidiera recortar siete minutos del metraje original para su director's cut (única versión que encontramos editada aquí) se debe, precisamente, a una voluntad de perpetuar el enigma.

De hecho su intención es sólo sugerir, conseguir que atisbemos un mundo que no puede ser comprendido haciendo uso de los instrumentos que nos proporciona nuestra razón civilizada. El desamparo al que nos vemos abocados al vernos privados de nuestra forma de entender lo que nos rodea va asociado, irremediablemente, a una floración de nuestros miedos más atávicos. Y miedo es lo que sentimos cuando asistimos a la exploración de la Roca por las alumnas del colegio. Comienza como un desasosiego que se troca inquietud, que a su vez desemboca en puro terror.



Complementariamente, Hanging Rock es una película de contrastes:

El que en mi opinión tiene una mayor relevancia es la oposición Hombre-Naturaleza. El primero cree poder dominarla, y de hecho al principio puede parecer que tiene éxito en la empresa, pero en última instancia la segunda se erige en victoriosa.

Pero no es el único, ni mucho menos. En el film resulta clara la contraposición de dos culturas, la de la metrópoli británica y la de la colonia australiana; ambas conectadas pero al mismo tiempo diferentes. Por otro lado también se da un contraste de índole social, que viene dado por la presencia de personajes pertenecientes a clases diferentes. Finalmente puede observarse un anhelo de libertad entremezclado con lo que me atrevería a calificar de pulsión erótica, que choca abiertamente con la rigidez moral de las postrimerías de la época victoriana, periodo histórico que, dicho sea de paso, se encuentra recreado con gran acierto.

En último lugar, no sería justo poner punto final a esta reseña sin mencionar la extraordinaria fotografía de Russell Boyd y la excepcional banda sonora de Bruce Smeaton y George Zamfir que dan el acabado perfecto a una película interesante, extraña como pocas e injustamente poco conocida.

2 comentarios:

Fabricante_de_mentiras dijo...

Hola. Está padre el blog, muy interesante lo que hay en él... Seguiré aquí viendo.

SALUDOS

Hator dijo...

Gracias ;)