Quienes vieron hace unos meses la primera parte de este díptico fílmico sobre la figura del Che que firma Steven Soderbergh muy posiblemente se hayan llevado una enorme sorpresa con esta Guerrilla.
Pasando por alto todo el trabajo que el argentino llevó a cabo desde el punto en que acaba la primera película (labor diplomática internacional, intentar export ar la revolución en el Congo y Venezuela), la acción del film se centra exclusivamente en el escenario boliviano que pondrá punto final a su carrera y vida.
Así, la cinta nos presenta la organización y desarrollo del movimiento guerrillero, desde un enfoque que, en mi opinión, busca más aproximarse a la realidad que recrearse en valores cinematográficos. Es decir, aun siendo ficción, el relato bélico dista mucho de la perspectiva bajo la cual suele interpretarse el tema. Despojando al Che del romanticismo con que generalmente se viste un proceso o acontecimiento revolucionario, tan sólo queda ante nosotros el hombre, en la línea de la primera película.
Sin embargo, aquí el tono que impera en la película es crepuscular, hasta el punto de determinar la elección de ciertas técnicas cinematográficas (me da la sensación de que deben haberse servido de un filtro para disminuir el cromatismo y darle un aspecto desvaído, frío a las escenas).
No es una película fácil de ver, por mucho que el contenido político de la primera haya cedido un poco para apostar por la vía de la acción. El ritmo es muy irregular, aunque por encima de ello el principal problema que arrastra la película es cierta frialdad expresiva: No arrebata al espectador, y apenas logra emocionarle.
Aun así supone un visionado interesante por cuanto tiene de desmitificación. Y Benicio del Toro borda el personaje.
Pasando por alto todo el trabajo que el argentino llevó a cabo desde el punto en que acaba la primera película (labor diplomática internacional, intentar export ar la revolución en el Congo y Venezuela), la acción del film se centra exclusivamente en el escenario boliviano que pondrá punto final a su carrera y vida.
Así, la cinta nos presenta la organización y desarrollo del movimiento guerrillero, desde un enfoque que, en mi opinión, busca más aproximarse a la realidad que recrearse en valores cinematográficos. Es decir, aun siendo ficción, el relato bélico dista mucho de la perspectiva bajo la cual suele interpretarse el tema. Despojando al Che del romanticismo con que generalmente se viste un proceso o acontecimiento revolucionario, tan sólo queda ante nosotros el hombre, en la línea de la primera película.
Sin embargo, aquí el tono que impera en la película es crepuscular, hasta el punto de determinar la elección de ciertas técnicas cinematográficas (me da la sensación de que deben haberse servido de un filtro para disminuir el cromatismo y darle un aspecto desvaído, frío a las escenas).
No es una película fácil de ver, por mucho que el contenido político de la primera haya cedido un poco para apostar por la vía de la acción. El ritmo es muy irregular, aunque por encima de ello el principal problema que arrastra la película es cierta frialdad expresiva: No arrebata al espectador, y apenas logra emocionarle.
Aun así supone un visionado interesante por cuanto tiene de desmitificación. Y Benicio del Toro borda el personaje.