miércoles, 15 de julio de 2009

Northern Lights (La brújula dorada), de Philip Pullman


Vale, resulta que la trilogía fantástica de Philip Pullman que responde al título de His Dark Materials (cuya primera entrega es precisamente el libro que me propongo reseñar aquí) quedó en tercer lugar en una encuesta de la BBC que tenía como objetivo averiguar cuál era el libro favorito del Reino Unido; el año, 2003. Dos años después Phillip Pulman recibía el Astrid Lindgren Memorial Award, uno de los premios de mayor fama mundial por lo que se refiere a literatura infantil.
Por otro lado, en 2008 pudimos ver la adaptación de este libro en pantalla grande, con el título de The Golden Compass (La brújula dorada), película que cuenta con la participación de dos pesos pesados de la actual industria cinematográfica estadounidense, Nicole Kidman y Daniel Craig, y cuyo estreno propició cierta polémica instigada por miembros pertenecientes a círculos de inspiración cristiana que condenaban la figura y obra del literato inglés.


Valga esta introducción como explicación parcial de los motivos que me llevaron a adquirir esta novela en un aeropuerto de Londres. No hacía mucho que había visto la película, de la que reconozco que tan sólo me sedujo su ambientación, y me pareció que ya era hora de leer algo de un autor cuyo nombre aparece constantemente en las listas de “imprescindibles” de la literatura fantástica.
Así que creía que tenía ante mí un libro (más) dirigido a un público adolescente: Estaba equivocado.

Northern Lights acontece en un mundo que recuerda bastante al que refleja cualquier volumen de Historia que retrate el ocaso de la época victoriana y los principios del siglo XX, abarcando quizás hasta el estallido de la primera guerra mundial. Y qué mejor como muestra que un botón: La primera de las tres partes que componen esta novela recibe el título de “Oxford”, lugar donde está emplazado el College donde vive Lyra, la niña protagonista de la historia.
Ahora bien, el universo de la novela es, ante todo, fantástico, carácter que queda claro, ya desde la primera página, al presentarnos a Lyra y a su “daemon” (pronúnciese “demon”), Pantalaimon, un ser capaz de asumir diversas formas animales y con el que se encuentra íntimamente ligada. Pero Lyra no es, a este respecto, un ser excepcional, ya que (casi) todos los seres humanos presentan esta singular característica: hombre (o mujer) y daemon forman un único ser; nadie puede separarse definitivamente de su daemon por propia voluntad (de hecho, la separación física, reducida a unos pocos metros, causa una angustia insoportable).
Pero existen otros elementos que avalan la naturaleza fantástica de la obra: La simultaneidad de mundos paralelos, una hipótesis científica que atenta contra el dogma de una Iglesia con amplias cuotas de poder e influencia; relacionado con este concepto se encuentra otro, el del “Polvo”, una misteriosa partícula elemental en torno a la que gira gran parte de la historia, y que es temida por el estamento eclesiástico, que la equipara al concepto de pecado original; las brujas, seres inmortales que se agrupan en clanes y que poco o nada tienen que ver con el mundo civilizado; los “panserbjornes”, u osos (polares) acorazados, constituídos en una sociedad hermética donde la fuerza y el honor son valores de probada valía.
Aparte de estos elementos, el universo de Northern Lights contempla la magia y lo sobrenatural, aunque apenas tienen un papel en la historia y, cuando surgen, a menudo detrás de ellos se encuentra una explicación de carácter pseudociéntifico (por ejemplo, la existencia del “Polvo” sirve para entender cómo funcionan algunos artilugios).

El argumento de Northern Lights gira en torno a una búsqueda que se desarrolla a varios niveles y que lleva a cabo la joven Lyra, proceso en el que irá descubriendo en qué consiste, a fin de cuentas, este gran y apasionante misterio que es la vida.
Lyra se embarca en una gran aventura por amistad y amor, valores que desempeñan un protagonismo indiscutible en la obra y cuya mera alusión podría servir para desmontar muchas de las críticas que pueden leerse en internet y a las que ya he aludido al comienzo de esta reseña. Por supuesto Lyra fracasaría en sus objetivos de no ser por su inteligencia, así como por un individualismo e independencia que irá gradualmente descubriendo a lo largo del camino.
Posiblemente aquí reside el quid de la cuestión y la base para las críticas que le han llovido a Pullman, ateo reconocido, pues ese individualismo sólo parece admitir la idea del hombre (y la mujer) en el esquema de las cosas. Añadamos, además, que la Iglesia que presenta en su relato (recordemos, fantástico), se acomode más a la de la Inquisición española que a la del anglicanismo del XIX. O que se aluda a la falsedad de sus principios TEOLÓGICOS. No es de extrañar, pues, el “revuelo” creado por un puñado de fanáticos que han llegado a calificar a Pullman como un “Anticristo” más (sin reparar en lo poco apropiado del término usado).
Pero volvamos a Lyra y a su periplo vital en pos de la adquisición (o entrada) del status de adulto. Ésta es, precisamente, una idea importante a la que se ha referido el propio autor en alguna entrevista, al señalar que lo que todo niño quiere es, después de todo, hacerse mayor. Un proceso que no es fácil, por supuesto, y que queda perfectamente reflejado en la historia que se nos cuenta: Lyra, huérfana de padre y madre, abandona la seguridad del College, proporcionada por el director de la institución y toda una serie de intelectuales (repárese en la naturaleza masculina de estos personajes, acorde al espíritu y sociedad victorianas), para embarcarse en una aventura incierta, en cuyo transcurso aprenderá lo injusta que es la vida, en especial para los niños. Y es que el abuso del menor es uno de los puntos más oscuros y al mismo tiempo importantes de Northern Lights, que se manifiesta a varios niveles, desde el maltrato psicológico hasta abominables experimentos que recuerdan a los llevados a cabo por el régimen nazi.
Podríamos quedarnos aquí en lo que a variedad temática se refiere, pero lo cierto es que Pullman toca otros, de forma tangencial y secundaria. Y ha de reconocerse que no son precisamente frívolos o insustanciales: El clásico debate entre destino y libre albedrío, o la defensa de la naturaleza auténtica del individuo son ejemplos de ello.

Sirvan todas estas consideraciones para afirmar que la novela se desmarca de otros ejemplos de "literatura juvenil" (Narnia, Crónicas de Spiderwick, Harry Potter) que, curiosa coincidencia, también han sido llevados a la gran pantalla recientemente. Northern Lights huye del mero afán de evasión que suele atribuírsele, generalmente, al género fantástico, para explorar (y explicar) ámbitos propios de la persona y del mundo con los que aquélla tiene que lidiar diariamente, desde un punto de vista, parcial por supuesto pero que denota una profunda convicción ideológica, de arraigada base humanista.

Llegados a este punto de la lectura (si es que habéis aguantado) quizás os preguntéis.. ¿Pero está bien el maldito libro o qué? Pues…
Pullman demuestra que sabe narrar, manteniendo un ritmo que atrapa al lector desde el principio de la historia y que se cimenta en una ambientación original, incógnitas que progresivamente se van desvelando y personajes carismáticos, algunos de los cuales, además, se alejan poderosamente de las convenciones del género.
Precisamente en lo que respecta a este último punto, he de admitir que me ha sorprendido gratamente la protagonista, Lyra, habida cuenta de la impresión negativa que me suscitó su personaje en la adaptación cinematográfica. Como también son de obligada mención el lacónico Iorek Byrnison, un oso acorazado, caído en desgracia tras ser condenado al ostracismo, y que acaba ayudando a Lyra en su búsqueda; o el severo y enigmático Lord Asriel, tío de la pequeña.
Se le ha criticado a Pullman que a menudo tan sólo aboceta a sus personajes, sentencia que tan sólo puede aplicarse a los secundarios y, desde mi punto de vista, aun con ellos juega el autor con estereotipos que les confieren un carácter y una fuerza ausentes en otros autores.
En el aspecto “negativo” he de admitir que no me han acabado de gustar algunos recursos que utiliza Pullman al contar la historia y que parece sacarse de la manga, ya que en alguna que otra ocasión resultan forzados y socavan la coherencia de la trama aunque sea a favor del componente dramático y/o expresivo.



En definitiva, un inicio brillante para una saga que se entrevé dotada de un carácter épico indiscutible; un libro que se desmarca de la evasión pura que viene siendo habitualmente atribuida a un por ello maltratado género fantástico, para incorporar una dimensión que busca explicar el mundo en el que vivimos y aportar acaso una justificación moral de carácter humanista; una novela emocionante, al tiempo que emotiva, divertida y cruda, abierta a numerosas lecturas y que captura con acierto el paso de la infancia a la adolescencia, momento en el que, de forma repentina, la vida pasa a representar todo un desafío lleno de contradicciones.

Para saber más:

-Philip Pullman, página oficial.
-La película se toma muchas licencias respecto al libro, a pesar de que sigue con bastante fidelidad la historia original durante una parte importante del metraje. De hecho altera el orden de la estructura del libro y suprime el desenlace. Por no hablar del enfoque más infantil por el que optó la película. Lo cierto es que la cinta fue un fiasco comercial y no es de esperar que se rueden las secuelas.

4 comentarios:

marguis dijo...

Antes de ver la peli me apetecía, pero luego la vi y se me quitaron las ganas. la película no me gustó y la niña me pareció lo mas repelente del mundo.
Pero si el libro está bien... cuando se me acabe lo que tenfo pendiente... quizás... a lo mejor...

Hator dijo...

Mira, estoy contigo con que la niña en la peli era una repelentilla de cuidado. Ahora bien, he flipado pero que mucho con su personaje en el libro (joer, hasta me he emocionado con la cría ésta..).

AnnaRaven dijo...

Yo había leído el libro hace tiempo pero estoy totalmente de acuerdo contigo. La película "no está mal" pero deja mucho, muchísimo en el tintero. El análisis y el estudio, casi antropológico, de los gyptanos me encanta en el libro, así como la, mucho mejor definida, imagen de Lord Asriel. :)
Y Iorek, claro. Magistral.
Del libro recuerdo la terrorífica escena del "niño con pescado".

Hator dijo...

Uno de estos días creo que tengo que escribir algo sobre adaptaciones y las traiciones que a veces éstas implican con respecto al espíritu del original..

Sip, el episodio del pescado es de un patetismo devastador.. ¡Malditos gobblers! Yo con lo que aluciné, además de con el final del libro (por lo que respecta a ese peazo personaje que es Lord Asriel) fue con el conflicto entre los dos osos (en realidad dos sistemas opuestos de entender su sociedad) y el subsiguiente combate a muerte (ríete tu de la mandíbula que sale volando en la peli) que dura ¡cuatro páginas!